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«Up Against The Wall, Motherfucker!»: Conversación con Ben Morea

Publicamos la conversación que un compañero italiano sostuvo con Ben Morea, publicada hace unos meses en el sitio de Qui e ora. Ben es una figura emblemática del grupo revolucionario Up Against The Wall/Motherfuckers y fundador de la revista Black Mask. Formado en 1966, Abbie Hoffman lo calificaba como «pesadilla de las clases medias» y fenómeno «antimediático por la simple razón de que su nombre no podía imprimirse». El grupo de los Motherfuckers afirmaba que el arte revolucionario debe formar parte, íntegramente, de la vida y nunca someterse a la forma-mercancía. Influenciado por los dadaístas y análogo a los situacionistas, el grupo reivindicaba a pesar de todo una total libertad ideológica, según lo explica aquí Ben Morea. En esta conversación evoca las relaciones que el grupo (la «familia») mantenía con las grandes figuras de la contracultura, especialmente Allen Ginsberg, Timothy Leary, Valerie Solanas, los Diggers, los Weathermen, Jerry Rubin, Fernanda Pivano, Ken Kesey, Andy Warhol, el grupo Jefferson Airplane, etc. La historia de todos estos mitos se entrelaza con la vida de Morea, que sigue siendo una figura aún activa en el panorama del movimiento autónomo neoyorkino. Asimismo, relata su relación con las sustancias psicodélicas, principalmente el LSD, fundamento de una percepción revolucionaria de lo real en cuanto que permite «restablecer el vínculo entre lo cerebral y los sentimientos».*

 

Ben: [Hojeando un libro sobre la historia del grupo Up Against The Wall/Motherfuckers]. Se agotó en tres semanas, nunca lo han reimpreso. Todo el mundo quiere el libro. Ahora se vende en línea a 3000 dólares. Cada número del periódico [Black Mask] se vende a 250-600 dólares. Hay varios carteles de buena calidad en estas páginas. Todo esto lo hicimos en un periodo de tres años, de 1966 a 1969.

 

V: Todo esto ocurrió bastante tiempo antes de la emergencia del movimiento en Europa. Cuando lo leo me hace pensar inmediatamente en Re Nudo y las otras revistas italianas de la década de 1970. En cierto sentido, ustedes dieron el ejemplo. ¿Hicieron uso de LSD para hacer todo este trabajo?

 

B: En realidad, tomábamos LSD todo el tiempo. Pero lo que hacíamos en el caso de la revista Black Mask formaba parte de nuestras vidas. No era que tomáramos microdosis de LSD para ponernos a trabajar en los artículos. También tomábamos psilocibina y mescalina, pero sobre todo LSD. Las drogas psicodélicas eran un componente esencial de nuestras vidas.

 

V: Estas imágenes son totalmente psicodélicas. Lo que viviste forma parte de una de las pocas experiencias vanguardistas y revolucionarias que tomaron forma en la década de 1960, ¿no es así?

 

B: Fuimos los únicos que pensamos el LSD como un modo de vida, utilizándolo con fines revolucionarios. Fuimos el único grupo revolucionario en Estados Unidos que lo hizo.

 

V: ¿Qué hay de los Weathermen?

 

B: Ellos llegaron después, pero eran compañeros. Antes de convertirse en los Weathermen, pasaban todo el tiempo conmigo.  Es por eso que su estilo deriva del nuestro. En su origen, eran estudiantes que se involucraban en la SDS (Students for a Democratic Society, Estudiantes a favor de una Sociedad Democrática), así que formamos parte de la historia de la  sección neoyorkina de la SDS. Tenían la costumbre de visitarnos y pasar tiempo con nosotros, por lo cual ejercieron una forma particular de militancia.

 

V: El estilo gráfico de algunos manifiestos es bastante similar, en efecto.

 

B: Ellos vivían con nosotros. Luego se acercaron al marxismo-leninismo, y es por eso que desarrollamos una especie de controversia. Pero seguimos siendo amigos.

 

V: Y fue entonces que empezaron a hacer uso de LSD con ustedes.

 

B: Sí. Pero no consumían grandes cantidades. Su vida era principalmente una vida de estudiantes. No todo el tiempo vivían a nuestra manera.

 

V: ¿Ustedes no eran estudiantes?

 

B: No, no lo éramos. Éramos gente de la calle. Nuestra profesión era la revolución. Eso es todo lo que hacíamos. No teníamos trabajo, no éramos estudiantes, todo lo que hacíamos era radical. Una militancia radical. Verdaderamente permanente. De la mañana a la noche, todos los días. Dábamos comida gratis a personas, teníamos un departamento (lo llamábamos el «cuartucho-estruendo») donde la gente podía quedarse sin necesidad de pagar. También teníamos ropa disponible. Todo lo que hacíamos era gratis. Es por esto que podíamos hacer uso de LSD: porque era nuestro único modo de vivir. No teníamos trabajo o escuela. Vivíamos, y eso es todo. La revolución y el LSD. Pero nuestras vidas no estaban estructuradas: la escuela, el trabajo… Pertenecíamos a las calles. Y éramos bandidos y ladrones. Era así como financiábamos nuestras operaciones.

 

V: ¿A través de robos?

 

B: Así es.

 

V: Me decías que ustedes eran diferentes a la Internacional Situacionista en Francia.

 

B: Ellos sólo eran intelectuales. Nosotros no. Nosotros éramos para la acción. Y a ellos no les gustaba esto. No teníamos ninguna ideología. La mayoría de nosotros era anarquista, pero no obligábamos a nadie a adoptar los mismos principios. Sólo éramos activistas, revolucionarios. Pero nadie obligaba a nadie a defender tal o cual idea. Los situacionistas vivían en una ortodoxia total, en la que todo el mundo debía pensar lo mismo. Si pensabas de modo diferente, te echaban fuera. Pero con nosotros podías pensar como a ti te pareciera, porque sólo éramos activistas.

 

V: ¿Qué relaciones sostenían con la corriente leninista del movimiento?

 

B: Teníamos relaciones bastante amistosas con algunos que eran de extrema izquierda. Pero la mayoría de ellos, sobre todo los estalinistas, eran casi siempre nuestros enemigos.

 

V: ¿Y con los trotskistas?

 

B: Nunca hicimos nada con ellos, eran demasiado ideológicos. Pero estaban presentes. También había estalinistas, maoístas y marxistas-lenistas. Y cuanto más se estructuraban, más incrementaba nuestra enemistad. Sin embargo, apreciábamos a algunas personalidades como Rosa Luxemburgo o el trabajo realizado por Aleksandra Kolontái. A pesar de ser marxistas, eran más cercanas a los anarquistas.

 

V: ¿Qué posición tenían con respecto al feminismo?

 

B: Lo apoyábamos. Pero no formábamos parte del movimiento feminista liberal oficial. Valerie Solanas era una buena amiga. Fue la autora del Manifiesto SCUM. Ella era realmente nuestra amiga, incluso vivimos juntos. Fue ella quien le disparó a Andy Warhol; y yo fui el único que salió públicamente en su defensa.

 

V: ¿Ella vivía con ustedes?

 

B: Ella acostumbraba ir y venir, no todo el tiempo por supuesto, pero sabía que podía venir cuando quisiera. Tenía acceso libre a nuestra casa. Así que ella venía y a veces se quedaba varios días. Luego desaparecía. Hubo un día en el que le dije —a menudo conversábamos—: «Ey, Valerie. Tu programa consiste en matar a todos los hombres, cortarlos en pedazos. ¡Yo soy hombre! Y sin embargo no pareces tener ningún inconveniente de que discutamos juntos».
Con una expresión en su cara que parecía indicar «¡nunca lo había pensado!», me respondió: «Te prometo que te mataremos hasta el final». ¡Eso quiere decir que yo seré el último hombre!
Y yo fui la única persona que salió públicamente en su defensa cuando disparó a Andy.

 

V: ¿Alguna vez conociste a Andy Warhol?

 

B: Sí, lo conocía. Era un imbécil.

 

V: ¿Lo conocías personalmente?

 

B: Sí, un poco. Pero era un imbécil. Insoportable. Un cretino.

 

V: ¿Por qué?

 

B: En realidad por muchas razones. La primera es que hacía arte para gente rica. Eso es ya es suficientemente malo. Y fue él quien transformó el arte en un producto. Antes de él el arte no era un producto, era lo que vivías. Pero él y su grupo del Pop Art hacían del arte un producto, algo para vender. Lo odio, para mí era un enemigo. Y después ella le disparó con un arma: ¡bam! Lo hirió en el estómago, casi se moría.

 

V: Ayer hablábamos sobre las relaciones entre la contracultura y el movimiento político, y de la tensión entre estas dos «corrientes» del proceso revolucionario. Vivimos en una época donde el vínculo entre estas dos dimensiones se ha roto. Sin embargo, es crucial articularlas en una especie de forma-de-vida íntegra. En esta búsqueda de armonía y equilibrio, ¿qué papel pueden desempeñar las drogas psicodélicas hoy, y cuál pudieron desempeñar en la época? ¿Qué ha cambiado, y qué se podría cambiar en el presente?

 

B: Las drogas psicodélicas representan de cierta manera la unificación. En otras palabras, cuando nuestra mente entra en resonancia con cierta amplitud de onda, podemos compartir más cosas con los demás. Se trata, por tanto, de que el artista en sí toma consciencia de una imagen más amplia del universo, y la vertiente política de nuestra persona también gana en lucidez. Por consiguiente, todavía más cosas se vuelven comunes, no centrándonos únicamente en el arte o la política. Es la vida misma la que se vuelve el centro de nuestra atención, y por tanto el LSD es un medio de llevar nuestra consciencia hacia la vida, en cuanto ser humano. Entonces, sí, puede ayudar…

 

V: ¿Ustedes experimentaron esto durante los años pasados?

 

B: Sí, en la década de 1960.

 

V: ¿Hubo algo que haya cambiado?

 

B: Sí, hubo muchos cambios. El mundo del arte se volvió puramente mercantil. Y el mundo político se volvió más rígido, menos «cultural». Yo abandoné estos dos mundos porque me fui a las montañas, y me quedé a vivir con los amerindios.

 

V: ¿Por cuántos años viviste allá?

 

B: 35 años. Volví hace apenas diez años. Había en ese momento un lugar en el distrito financiero, en Beaver Street. Una mujer que me conocía me gritó y me preguntó: «¿Tienes tiempo para contarnos un día lo que pasó en la década de 1960?». Le respondí que no, no tenía ganas de volver. Pero un par de semanas después cambié de opinión. Me dije que estaba envejeciendo, y que podría transmitir cierto conocimiento del pasado. Entonces volví, y Beaver Street fue el espacio al que fui primero. Fueron los primeros que me acogieron y que me dieron la palabra. Fue así como me encontré con M. y todos los demás. Todo el mundo venía a Beaver Street [el grupo era conocido como el 16 Beaver Group].

 

V: ¿Puedes contarme más sobre este lugar?

 

M: Los que primero tuvieron la idea fueron algunos artistas. Pero artistas que se interesaban en la política y en la teoría. Era 1999 o 2000. Alquilaban juntos, colectivamente, un piso situado en el distrito financiero. Se parecía un poco a Woodbine. Nadie vivía ahí. Organizaban comidas, discusiones, presentaciones, justo al lado de Wall Street, en pleno centro financiero. Lo cual quiere decir que tampoco habitaba nadie realmente en el vecindario. La gente venía una vez a la semana, pero debido a que era Manhattan, el centro de la ciudad. Era un lugar de encuentro interesante para diferentes tipos de personas, como artistas, filósofos, activistas o escritores. No había nada mercantil o profesional, de cierta manera era independiente, autónomo.

 

B: Se reunían personas diferentes, que tenían maneras diferentes de pensar. Podía haber marxistas y anarquistas. Eran abiertos.

 

V: ¿Cuánto tiempo duró?

 

M: Cerraron en 2014.  Duró más o menos catorce años.

 

B: Fue así como me reintegré a la sociedad. Pero durante 35 años permanecí en el anonimato.

V: ¿Desapareciste de la noche a la mañana?

 

B: Sí, simple y llanamente. Y durante cinco años viví en la naturaleza, desplazándome a caballo porque el gobierno me buscaba. Desaparecí durante cinco años. Después cambié de identidad. Me tomé mi tiempo… 35 años antes de tomar la decisión de volver.

 

M: [Mirando las ilustraciones del libro]. Ésta es interesante. Habla de algo que se llama Action Committee for Immediate Defense [ACID, Comité de acción para una defensa inmediata].

 

B: Sí, ACID. El ácido forma parte de la lucha.

 

M: Y ésta es otra. ACID is here for Defense, for Love, for Survival, for Struggle, for Life [ACID está aquí para defenderse, para amarse, para sobrevivir, para luchar, para vivir].

 

V: ¿Qué relaciones tenían con los colectivos de la Costa Oeste?

 

B: Éramos compañeros de algunos de ellos, por ejemplos los Diggers. ¿Conoces a Owsley Stanley? En materia de LSD, era genuinamente el mejor químico que jamás haya existido. Es él quien me dio el primer Orange Sunshine apenas lo diseñó. Me dijo: «Ten Ben, ten algo nuevo». Lo tomé antes de tomar un avión, el avión despegó, y yo empecé a alucinar. La dosis entera, no una microdosis. Lo tomé y enseguida despegué: volaba.

 

V: ¿Nunca tomas microdosis?

 

B: No, nunca. Siempre dosis enteras.

 

V: Ayer evocaste el nombre de Fernanda Pivano, que conocía el equipo del periódico San Francisco Oracle. ¿Alguna vez la conociste?

 

B: Sí, ella vino a verme a Nueva York. Nos volvimos amigos. Fue Allen Ginsberg quien le habló de mí. Yo estaba en mi estudio, y alguien golpeó a la puerta. Abrí y había una italiana pequeña, que hablaba muy poco inglés. Ella me preguntó: «¿Eres Ben Morea?». Yo le dije que sí, y me dijo: «Allen Ginsberg me aconsejó que te conociera. Ustedes son la nueva generación. Tenía que conocerte». Y nos volvimos amigos. Esto fue en 1965.

 

V: Entonces también conocías a Allen Ginsberg.

 

B: Éramos amigos desde mucho tiempo atrás. Un amigo bastante cercano. No compartíamos las mismas ideas. Él era pacifista, no-violento. Yo era anarquista, muy violento. Ambos lo sabíamos, pero eso no nos impedía ser amigos. Un día estábamos juntos por una presentación pública, y comenzó a pronunciar la palabra india «Om». Tarareaba «OOOOMM» y yo le contesté con «AAAARM» [arma]. Él cantaba «OOOMM» mientras yo recitaba «AAAARM». Fue muy gracioso. Él tenía mucho humor. En verdad un tipo genial. Ambos éramos muy cercanos. Sabía que yo no era no-violento, pero le gustaba mucho mi energía.

 

V: ¿Alguna vez escribiste un texto donde explicaras tus posicionamientos sobre la violencia política?

 

B: Sí, en este texto [señala el texto]. ¿Conoces el grupo Jefferson Airplane? Se inspiraron en este texto para escribir una canción titulada «We’re Outlaws». Fue la primera vez que la palabra «motherfucker» fue pronunciada ante el público de la televisión estadounidense. Se preparaban a tocar la canción y los directores de la cadena les dijeron: «No pueden usar esa palabra». Respondieron: «Ok», pero de cualquier modo la cantaron.
[Señala un texto del libro]. ¿Ves esto? Éste es mi favorito. Compuse este poema con este collage, y lo firmé con el pseudónimo de Henry, el nombre del esqueleto de la ilustración anterior.

 

M: ¿Estás diciendo que nunca hubo un Henry en el grupo?

 

B: No, era un código. Por ejemplo, si teníamos que decirnos algo por teléfono, nos decíamos: «Entonces Henry estará allá a las 16 hrs.». Todos teníamos un nombre en código que usábamos para hacer llamadas telefónicas. Cada uno tenía una manera diferente de firmar en los números. Nadie más sabía de quién se trataba. Usábamos muchos mecanismos similares. Cada miembro de la familia [en el sentido de su grupo político] tenía una caja de seguridad con documentación falsa y un arma. Pero nadie sabía dónde estaban los cofres de los demás. Estábamos muy locos.

 

V: [Recorriendo las imágenes del libro]. Lower East Side Defense. Otro acrónimo. El LSD era realmente importante para ustedes.

 

B: ¡Sí! Es un medio para reconectar tu cerebro a tus emociones. Esta sociedad separa lo cerebral de los sentimientos. Encontramos en el LSD un medio para restablecer el vínculo entre los dos. Para reunificar al ser humano en su totalidad.

 

V: ¿Conociste a Timothy Leary personalmente?

 

B: Sí, lo conocí. Vivimos juntos en la casa de Herman Hesse en la Suiza italiana. Mi mujer y yo nos quedamos allá durante una semana, en Lugano. Nos invitó a alojarnos con él cuando supo que estábamos en Europa. Al inicio, lo había conocido en Nueva York. Las personas de mi familia acostumbraban viajar a Millbrook, que era el centro de la cultura LSD en ese entonces.

 

V: ¿Alguna vez fuiste a Millbrook?

 

B: No, nunca fui. Casi nunca salía de la ciudad, estaba ya muy ocupado en las calles todos los días. Su vida no era para nada militante. Pero en nuestra tribu había personas que formaron parte de Millbrook. Algunos habían estado implicados en la SDS. Otros con el grupo de Murray Bookchin. Todos vinieron con nosotros, y dejaron esos grupos distintos para sumarse a nosotros, pero en realidad había personas que venían de muchos grupos diferentes, como los Diggers. Ya te imaginarás, del tipo de los californianos, personas a las que les gustaba lo que hacíamos.

 

V: Entonces también conocías a los Diggers.

 

B: Sí, eran amigos. Pasé una semana con ellos en San Francisco. Peter Coyote era mi amigo, y también Peter Berg. Los dos Peters. Peter Berg murió, pero Peter Coyote todavía vive. Le hablé hace más o menos un año. Su mujer se quedó con nosotros, por su consejo, cuando estábamos en las montañas de Colorado. Le sugirió venir y tratar de aprender nuestra forma de vivir. Vivíamos montados a caballo, sin casa, nunca. Cazábamos para comer, sin abastecernos en las tiendas, sin casa, durante cinco años.

V: Dijiste que viviste durante 35 años con algunos amerindios. Luego de cinco años a caballo, te fuiste a vivir con ellos a las reservas. ¿Participabas en sus ceremonias?

 

B: Sí.

 

V: ¿Algunas vez has contado tu historia con los amerindios?

 

B: No, en realidad no tengo ganas de que esta historia se vuelva pública.

 

V:¿Pero sigues en contacto con ellos?

 

B: ¡Sí! Voy con ellos mañana, vamos a hacer una ceremonia, a menudo vuelvo a ir.

 

V: Así que tienes dos casas: una aquí en Manhattan y otra en Colorado.

 

B: Mi familia está allá.

 

V: ¿Puedes hablarnos de tus pinturas?

 

B: Son de una naturaleza espiritual. Creo este tipo de cuadros desde hace casi sesenta años.

 

V: Hemos hablado de tu relación con Fernanda Pivano. Es una de las figuras más importantes de la contracultura en la Italia de la década de 1960. Ella y su esposo Ettore Sottsass trajeron las ideas que florecían entonces en Estados Unidos ¿Ella conocía a Timothy Leary?

 

B: No lo sé. Allen Ginsberg conocía sin dudas a Leary.

 

V: ¿También conocías a Ken Kesey?

 

B: Sí, no me llevaba tan bien con ellos. Era un tipo muy estructurado. En realidad no me sentía cómodo. Para ellos sólo había diversión, de cierta manera. No había nada político. Tampoco era espiritual, reverencial, como lo era para Tim Leary. Era más una persona secular. Para mí, el LSD era realmente algo espiritual, no era sólo «drogarse». Trataba de hacer un uso revolucionario del LSD. Ken Kesey no era ni revolucionario ni espiritual. Para él, era sólo una diversión. Su consigna: «Ábrete, conéctate, libérate» era esencialmente política, de cierto modo. No como lo sería un partido, por supuesto, o en un sentido ideológico. Leary quería ser subversivo. Kesey nunca quiso serlo.
Yo soy un animista revolucionario. Para mí, es la articulación entre lo espiritual y lo político. Me siento más cómodo con la dimensión espiritual, porque también te permite integrar lo político. Pero la otra dimensión, que es materialista y representa un puro entretenimiento, no la aguanto.

 

M: Cuando los Motherfuckers abandonaron la ciudad, algunos de ustedes se dirigieron a diferentes comunas.

 

B: Sí, Black Bear era una de las más importantes.

 

M: ¿Pero algunos de ellos adoptaron la vertiente hedonista de la contracultura?

 

B: No. Black Bear siempre tuvo una dimensión política.

 

M: ¿Kesey vivía en Colorado?

 

B: No, él vivía en California y Oregón.

V: ¿Cuántas personas conformaban el grupo de los Motherfuckers?

 

B: Siempre me lo preguntan. Yo diría que el núcleo sólido estaba compuesto de 50 personas, y alrededor de estas 50 personas había otro grupo de 50 personas, y alrededor de estas 100 personas, había otro grupo de 50 personas. Así que diría que unas 150 personas, pero había también grupos en la Costa Oeste, cerca de Berkeley, y en Black Bear teníamos algunos contactos. Había varios colectivos que decían pertenecer a la red de los Motherfuckers. Pero el grupo nunca fue muy grande. Acuñé el término de «grupo de afinidad». Por ejemplo, en el caso de nosotros tres, podríamos ser un grupo de afinidad. Podríamos decidir hace algo juntos, sin decir nada a nadie exterior al grupo. Por consiguiente, el grupo no podría nunca ser infiltrado. Nadie podría traicionarte porque guardas el secreto en el interior de este pequeño grupo de personas que se tienen confianza. En el grupo de los Motherfuckers había cuatro o cinco grupos de afinidad diferentes, y nadie sabía lo que los demás grupos tenían en mente. No necesitas estar inscrito para ser un miembro. Puedes pasar el tiempo cerca de nosotros y ser un miembro, y al mismo tiempo no ser verdaderamente un miembro. Cualquiera podía escribir un texto y firmarlo con el nombre de los Motherfuckers. No había un comité central, nadie tenía que preguntarnos si podía utilizar tal o cual nombre. Podías publicar con el nombre de los Motherfuckers, nos importaba un carajo. No había control, coordinación. Es por eso que usamos el término de familia antes que de organización. Y hacíamos esto desde el inicio de la década de 1960, en suelo estadounidense. Fuimos los primeros.

 

M: En Estados Unidos el movimiento radical era tan lenista, o maoista, que no hubo en realidad algo equivalente a los Motherfuckers en el movimiento anarquista, ni siquiera en la Costa Oeste. Eran relativamente hippies.

 

B: Sí, se acercaban más a lo que podríamos llamar hippies. Pasábamos el rato con algunos hippies. Si nos hubieras visto en la calle habrías pensado que formábamos parte del movimiento hippie, pero no era el caso.

 

V: De algún modo ustedes eran «hippies violentos».

 

B: ¡Sí! Es por eso que acuñé el término «Amor armado». Capisc’? [Con un acento apulo-barese]. Formábamos parte de la Love Generation, pero armados. A menudo hacíamos referencia a la figura de Gerónimo. Era una de nuestras principales imágenes.

V: En esa época no había nada que se compara a los Motherfuckers en Italia. Creo que ustedes fueron los primeros.

 

M: Este imaginario llegó a Italia en 1977. Por ejemplo, los Indiani metropolitani, ¿de dónde sacaron su imaginario?

 

B: Quizá se inspira en el nuestro.

 

V: Sí, así como en películas y cómics.

 

B: Tú me preguntaste qué pasaba con el LSD. Escribí este artículo mientras viajaba en el avión, drogado con el Orange Sunshine [señala un artículo en el libro Black Mask].

 

M: ¿Cómo descubriste el LSD?

 

B: Lo que ocurre es que formaba parte de nuestro mundo, de nuestro milieu. Te conté que alguien de nuestra familia estaba en Millbrook, y conocíamos a Timothy Leary.

 

V: ¿Algunas vez conociste a Jerry Rubin?

 

B: Sí, es un imbécil. Jerry Rubin era de verdad una mierda. Yo era amigo de Abbie Hoffman, Jerry era su socio pero lo odiaba, era un cretino.

 

[…]

 

B: Mi conexión con Gerónimo era muy profunda. Me salvó la vida. Y la mujer que me adoptó como su hijo cuando llegué con los amerindios era de la tribu de Gerónimo. ¿Te das cuenta de qué coincidencia tan extraña?

 

M: ¿Cuántos eran cuando fueron a Colorado por primera vez?

 

B: Tal vez quince. Y otras personas se nos unieron en ese momento. Al final debíamos de ser más o menos cien personas las que avanzamos hacia las montañas.

 

M: Eso es mucha gente. ¿Todos eran de Nueva York?

 

B: No, no todos. Algunos venían de Nueva York, otros de la Costa Oeste, algunos también de Texas. Allá empezamos una nueva vida.

 

[…]

 

V: Pues bien, Matt y Ben, tal vez van a venir a Italia en los próximos meses. Trataremos de organizar una especie de «tour» en algunas ciudades grandes de Italia. Sería genial que ustedes tomaran la palabra en Roma, en Milán, tal vez en Florencia o en Venecia. ¡Los esperamos!

 

M y B: Sería estupendo.

 

23 de julio de 2018, Hell’s Kitchen, Nueva York

 


* El encuentro fue posible gracias a Matt Peterson, quien aparece en la entrevista. Junto con un grupo de compañeros y compañeras, Matt anima el centro social Woodbine y el café-librería Topos, en el suburbio de Ridgewood, en Queens.

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