Traducción de un apartado de Crepúsculo de los ídolos de Friedrich Nietzsche.
Historia de un error.
1. El mundo verdadero, alcanzable para el sabio, el piadoso, el virtuoso — él vive en ese mundo, él es ese mundo.
(Forma más antigua de la idea, relativamente ingeniosa, simple, convincente. Paráfrasis de la frase «yo, Platón, soy la verdad»).
2. El mundo verdadero, inalcanzable por ahora, pero prometido para el sabio, el piadoso, el virtuoso («para el pecador que se arrepiente»).
(Progreso de la idea: se hace más fina, más capciosa, más inaprensible — se hace mujer, se hace cristiana…).
3. El mundo verdadero, inalcanzable, indemostrable, imprometible, pero ya como pensamiento un consuelo, una obligación, un imperativo.
(El viejo sol en el fondo, pero a través de la niebla y el escepticismo; la idea convertida en sublime, pálida, nórdica, königsberguense).
4. El mundo verdadero — ¿inalcanzable? En cualquier caso, no alcanzado. Y como no alcanzado, también desconocido. En consecuencia, tampoco consolador, redentor, obligante: ¿a qué podría obligarnos algo desconocido?…
(Mañana gris. Primer bostezo de la razón. Canto del gallo del positivismo).
5. El «mundo verdadero» — una idea que ya no sirve para nada, ni siquiera obliga — una idea que se ha vuelto inútil, superflua, en consecuencia una idea refutada: ¡abolámosla!
(Día luminoso; desayuno; vuelta del bon sens y de la alegría; rubor de vergüenza de Platón; ruido endiablado de todos los espíritus libres).
6. Hemos abolido el mundo verdadero: ¿qué mundo queda?, ¿el aparente tal vez?… ¡Claro que no! ¡Con el mundo verdadero hemos abolido también el aparente!
(Mediodía; momento de la sombra más corta; fin del error más largo; punto culminante de la humanidad; INCIPIT ZARATHUSTRA).