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Giorgio Agamben / Lo viejo y lo nuevo | La Edad Media que se avecina | Final de Ucrania | El Estado y la guerra

Traducción para Artillería inmanente de cinco textos de Giorgio Agamben publicados entre abril de 2025 y junio de 2025 en el sitio web de la editorial italiana Quodlibet, donde publica habitualmente su columna «Una voce».

 

Lo viejo y lo nuevo

 

¿Por qué somos capaces de describir y analizar lo viejo que se desvanece y no conseguimos en cambio imaginar lo nuevo? Tal vez porque creemos, más o menos de forma inconsciente, que lo nuevo es algo que viene —no se sabe de dónde— después del final de lo viejo. La incapacidad de pensar lo nuevo se delata así en el uso imprudente del prefijo post: lo nuevo es lo posmoderno, lo poshumano; en todo caso, algo que viene después. La verdad es, precisamente, lo contrario: la única forma que tenemos de pensar lo nuevo es leerlo y descifrar sus rasgos ocultos en las formas de lo viejo que pasa y se disuelve. Es lo que Hölderlin afirma con claridad en el extraordinario fragmento sobre La patria que declina, donde la percepción de lo nuevo es inseparable del recuerdo de lo viejo que se hunde y que, de hecho, debe asumir amorosamente su figura. Aquello que ha agotado su tiempo y parece desvanecerse pierde su actualidad, se vacía de su sentido y vuelve, de algún modo, a hacerse posible. Benjamin sugiere algo similar cuando escribe que, en el instante del recuerdo, el pasado que parecía consumado se nos muestra inconcluso y así nos hace el regalo más valioso: la posibilidad. Verdaderamente nuevo es sólo lo posible: si ya fuera actual y efectivo, estaría ya siempre decayendo y envejeciendo. Y lo posible no viene del futuro, está, en el pasado, como aquello que no fue, que quizá nunca será, pero que habría podido ser y que, por ello, nos concierne. Percibimos lo nuevo sólo si logramos captar la posibilidad que el pasado —es decir, lo único que poseemos— nos ofrece por un instante antes de desaparecer para siempre. Es de esta forma como debemos relacionarnos con la cultura occidental que, por todas partes a nuestro alrededor, hoy se deshace y se disuelve.

 

7 de abril de 2025

 

La Edad Media que se avecina

 

Un pasaje del libro de Sergio Bettini El arte al final del mundo antiguo describe un mundo que resulta difícil no reconocer como semejante al que estamos viviendo. «Las funciones políticas son asumidas por una burocracia estatal; ésta se acentúa y se aísla (anticipando las cortes bizantinas y medievales), mientras las masas se vuelven abstencionistas (germen del anonimato popular de la Edad Media); sin embargo, dentro del Estado se forman nuevos núcleos sociales en torno a diversas formas de actividad (germen de los gremios medievales) y los latifundios, vueltos autárquicos, anuncian la organización de ciertos grandes monasterios y del mismo Estado feudal».
Si la concentración de las funciones políticas en manos de una burocracia estatal, el aislamiento de ésta respecto de la base popular y el abstencionismo creciente de las masas se ajustan perfectamente a nuestra situación histórica, basta con actualizar los términos de las líneas siguientes para reconocer también aquí algo familiar. A los grandes latifundios que evoca Bettini corresponden hoy grupos económicos y sociales que operan de forma cada vez más autárquica, persiguiendo una lógica completamente desligada de los intereses de la colectividad; y a los núcleos sociales que se forman dentro del Estado corresponden no sólo los lobbies que actúan dentro de las burocracias estatales, sino también la incorporación a las funciones gubernamentales de categorías profesionales enteras, como ha ocurrido en años recientes con los médicos.
El libro de Bettini es de 1948. En 1971 se publicó La Edad Media que se avecina, de Roberto Vacca, donde el autor preveía una evolución catastrófica de los países más avanzados, los cuales ya no serían capaces de resolver los problemas relacionados con la producción y distribución de energía, los transportes, el abastecimiento de agua, la gestión de residuos y el tratamiento de la información. Si Vacca podía escribir que los anuncios de catástrofes inminentes eran en esos años tan numerosos que habían generado una verdadera literatura «ruinográfica», hoy las previsiones apocalípticas, en particular las relacionadas con el clima, se han al menos duplicado.
Aunque los desastres —como los producidos por la energía nuclear— son, si no probables, ciertamente posibles, la degradación de los sistemas en que vivimos es pensable sin que necesariamente adopte la forma de una catástrofe. La ruina política, económica y espiritual de los países europeos es, por ejemplo, hoy evidente, aunque éstos continúen sobreviviendo durante algún tiempo. ¿Cómo pensar entonces el advenimiento de una nueva Edad Media? ¿De qué forma el abstencionismo político que observamos a nuestro alrededor podría transformarse en un «anonimato popular» capaz de inventar nuevas y anónimas formas de expresión y de vida? ¿Y cómo el aislamiento de las burocracias estatales y la proliferación de potentados autárquicos podría anunciar la aparición de fenómenos semejantes a los grandes monasterios, en los que el éxodo de la sociedad existente dé lugar a nuevas formas de comunidad? Es seguro que esto sólo podrá ocurrir si un número inicialmente reducido, pero en aumento, de individuos sabe leer en las formas políticas que se disuelven el presagio de formas de vida nuevas o más antiguas.

 

28 de abril de 2025

 

Final de Ucrania

 

La guerra en Ucrania se está acercando a su desenlace que, adopte la forma que adopte, no podrá sino coincidir con el desmoronamiento de la «ex-República Socialista Soviética de Ucrania» (antes de la cual jamás había existido un Estado ucraniano; conviene recordar que Crimea, que Zelenski no cesa de reivindicar, fue incorporada a la República soviética ucraniana apenas en 1954 por Jruschov y, según el censo de ese año, estaba habitada en un 72 % por rusos). Como no ha dejado de repetir la clase dirigente europea: estaremos con Ucrania hasta el final. Pero este final no podrá sino implicar también el destino de Europa. ¿Qué hará y qué dirá Europa cuando el final de Ucrania, al que ella misma ha contribuido a tornar catastróficp, sea ya un hecho consumado? Según la previsión de los observadores políticos más lúcidos, es probable que incluso la identidad de la actual comunidad europea —que no tiene otra realidad jurídica que la de un acuerdo internacional entre Estados— quede puesta en cuestión. Y ésta es la única consecuencia positiva que podemos esperar de la guerra en Ucrania, por lo demás, como todas las guerras, desdichada.

 

13 de junio de 2025

 

El Estado y la guerra

 

Lo que llamamos Estado es, en última instancia, una máquina para hacer la guerra, y tarde o temprano esta vocación constitutiva termina por emerger, más allá de todos los objetivos más o menos edificantes que pueda darse para justificar su existencia. Hoy esto es particularmente evidente. Netanyahu, Zelenski y los gobiernos europeos persiguen a toda costa una política de guerra para la que, sin duda, pueden señalarse objetivos y justificaciones, pero cuyo motivo último es inconsciente y reside en la propia naturaleza del Estado como máquina de guerra. Esto explica por qué la guerra —como es evidente en el caso de Zelenski y de Europa, pero también en el de Israel— se persigue incluso a costa de afrontar la propia posible autodestrucción. Y es ilusorio esperar que una máquina de guerra pueda detenerse ante este riesgo. Seguirá adelante hasta el final, sin importar el precio que deba pagar.

 

14 de junio de 2025

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