Traducción para Artillería inmanente de un texto de Giorgio Agamben publicado por primera vez el 11 de diciembre de 2023 en el sitio web de la editorial italiana Quodlibet, donde publica habitualmente su columna «Una voce».
Se ha hablado de un fin de Europa, si no de Occidente, como el acontecimiento que marca dramáticamente la época que estamos viviendo. Pero si hay un país en Europa donde ciertos datos permiten certificar con sobria precisión la fecha del fin, ése es Italia. Los datos en cuestión son los de la demografía. Todo el mundo sabe que nuestro país experimenta desde hace décadas un declive demográfico que lo clasifica como el país europeo con la tasa de natalidad más baja. Pero pocos se dan cuenta de que esto significa que la continuación de este declive llevaría al pueblo italiano a la extinción en sólo tres generaciones.
Resulta cuando menos singular que sigamos preocupándonos por problemas económicos, políticos y culturales sin tener en cuenta este dato, que los anula a todos. Evidentemente, del mismo modo que no es fácil imaginar la propia muerte, tampoco se desea imaginar una situación en la que ya no haya italianos. No me refiero a los ciudadanos del Estado italiano, que no existía hace poco más de un siglo y cuya desaparición, después de todo, no me preocupa tanto. Más bien me entristece la posibilidad perfectamente real de que ya no haya nadie que hable italiano, de que la lengua italiana se convierta en una lengua muerta. Es decir, que ya nadie pueda leer la poesía de Dante como una lengua viva, como la leía Primo Levi en Auschwitz a su compañero Pikolo. Esto me entristece infinitamente más que la desaparición de la República Italiana, que después de todo hizo todo lo que pudo para provocar ese final. Quedarán, tal vez, las ciudades maravillosas, quedarán, tal vez, las obras de arte: ya no existirá el «bel paese là dove ‘l sì suona».