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Moses Dobruška / Cómo empezó todo

El siguiente texto se publicó por primera vez en Die Aktion 4.0.

 

Si hemos sido derrotados, no podemos hacer nada más que volver a empezar desde el comienzo. Y, por fortuna, la tregua, probablemente muy breve, que tenemos concedida entre el fin del primer acto y el principio del segundo acto del movimiento, nos brinda el tiempo preciso para realizar una labor de imperiosa necesidad: estudiar las causas que hicieron ineludibles tanto el reciente estallido revolucionario como la derrota de la revolución…
Engels, Revolución y contrarrevolución en Alemania, Londres, septiembre de 1851

 

Tesis de Estrasburgo

 

1.

 

En el curso de su colapso interior, esta sociedad no ha encontrado mejor truco para jugársela a sus oponentes que tomarles prestada su nueva moral de sustitución. Por eso, en la fase final del nihilismo la opresión se expresará en términos de ecología, feminismo y antirracismo. Los fascistas llevan las de ganar, por contra, presentándose como los verdaderos partidarios de la libertad, de la democracia, de la alternativa contrahegemónica y, por último, de la revolución.

 

2.

 

Ha llegado el tiempo del feminismo Barbie y de la izquierda Pfizer, de los anarquistas pro-censura y de los autónomos pro-otan, del horizontalismo autoritario, de la energía nuclear verde y del estalinismo vacunal, de los bombardeos por los derechos lgtbiqa+ y del anti-papa —el papa que en materia de migrantes, de ecología, de crítica del capitalismo, de la guerra o de la jerarquía, devuelve al izquierdismo a su inanidad devolviéndolo a su origen—.

 

3.

 

No hay nada más serio, y más seriamente contemporáneo, que la teología. La ignorancia teológica es la que le permite a ésta perpetuar su reinado, al amparo de la política, la economía, la ciencia, la filosofía, la literatura e incluso de la vida cotidiana. Para superar a la teología habrá que superar su desconocimiento. Ateos, ¡un esfuerzo más si queréis ser revolucionarios!

 

4.

 

«Se asiste ahora a una verdadera manía para consagrar al feminismo, la sociedad ha llegado incluso a adoptar una actitud de promoción… Los modos son múltiples e insidiosos y, aunque no se quiera, se corre el riesgo de caer en ellos y ser atrapado. La necesidad de reconocimiento propia de las mujeres se ve estimulada por un clima de interés y de oportunidades prácticas. La sociedad está dispuesta a aceptar las premisas del feminismo sin comprender la evolución que clarifica esas mismas premisas. Ve en el feminismo una ideología, dicho de otra manera, un poder, y como tal lo respeta porque él confirma —en lugar de ponerlo en crisis— eso que queremos subvertir» (Carla Lonzi, Escritos, voces de Italia, 1977).

 

5.

 

«El gran peligro consistiría en sustituir el mito de las clases obreras portadoras del futuro de los valores por el de la defensa del medio ambiente, de una salvaguarda de la biosfera que podría tomar con la misma facilidad un carácter totalmente totalizador, totalitario […]. A la industria nada le gustaría más que utilizar al movimiento ecologista como ha utilizado al movimiento sindical para su propia reestructuración del campo social […]. El movimiento ecologista debe entonces, en mi opinión, preocuparse prioritariamente de su propia ecología social y mental» (Félix Guattari, Chimières, nº 28, 1991-1992).

 

6.

 

El movimiento obrero fue derrotado por haber criticado a la sociedad burguesa en su propio lenguaje —el de la economía—. Actualmente hay chiflados que pretenden desafiar a la sociedad cibernética en su propio lenguaje —el de la ecología—. Si esta sociedad envuelve a esos activistas con una mirada tan benevolente es porque pretenden llevarnos a una derrota similar.

 

7.

 

El escritor de ciencia-ficción ecologista Kim Stanley Robinson declaró recientemente: «Me reúno con muchos tecnócratas, y a algunos les gustaría que hubiera mucho más activismo. […] Las alianzas y una sinergia son posibles entre tecnócratas, activistas y acciones ciudadanas de masas». Nadie se alía con alguien más fuerte que él sin convertirse, conscientemente o no, en su vasallo. Actuar guiado por el inconsciente no ha constituido nunca una excusa.

 

8.

 

Los activistas de la ecología están agotando los últimos recursos subjetivos movilizándolos inútilmente contra quienes «agotan los recursos naturales». Al igual que a sus «enemigos», apenas les preocupa cómo se forman y se reconstituyen tan preciados recursos: el valor, el entusiasmo, la confianza, los saberes. En cuanto extractivistas a su manera, ellos aspiran a ser reconocidos como interlocutores al mismo nivel por la otra mafia del extr-activismo.

 

9.

 

La ecología es el nombre de un problema, en ningún caso de una solución. Cuando es una civilización la que desfallece, cuando, por tanto, es la forma en que nuestros problemas están configurados la que se vuelve problemática en sí misma, no hay «solución» por ninguna parte. «Los ecologistas nos enseñan por qué y cómo está en juego el futuro del hombre. Pero es al hombre y no al ecologista al que le corresponde decidir su futuro» (Georges Canguilhem, La cuestión de la ecología, 1973).

 

10.

 

El discurso del progreso ha permitido al Capital superar cualquier resistencia interna a los estragos que suponía la modernización. Su función era mucho menos cuestión de legitimar que de desinhibir. Servía menos a fines de convicción externa que interna. Actualmente su efecto es casi nulo, si no negativo. A juzgar por sus resultados, ya nadie puede creer en el progreso. Paradójicamente, es el discurso ecologista el que ha tomado el relevo.  De ahora en adelante, el Capital buscará en la ecología, con su bioeconomía y su green new deal, la fuerza para continuar haciendo lo que siempre ha hecho: movilizar, explotar, arrasar, masacrar, producir. El discurso ecologista no es eso a pesar de lo cual todo continúa como antes, sino eso que autoriza la perpetuación del business as usual y la profundización del desastre. Así pues, en el futuro tendremos biotecnologías, energía nuclear y geoingeniería en nombre de la ecología.

 

11.

 

El último recurso que han encontrado para silenciar a las mujeres ha sido el de autorizarlas a hablar sólo en cuanto que «nosotras, las mujeres». El antifeminismo se realiza como feminismo exactamente del mismo modo que el anti-ecologismo se realiza como ecologismo.

 

12.

 

El presente estado social es un estado alucinatorio. Las categorías de la psicopatología se han convertido en las mejores categorías para el análisis político; no es necesario buscarlas más allá del dsm [Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders]. El reinado, propiamente orwelliano, de la mentira sobre todas las cosas no es un mal, sino una enfermedad.

 

12bis.

 

El nihilismo contemporáneo expresa en el plano existencial esta situación material ordinaria: un estado de dependencia omnilateral respecto a las infraestructuras del Capital. Nunca es saludable tener la propia vida, día tras día, en manos de su verdugo.

 

13.

 

El síntoma es el resultado de un estado de sufrimiento sin salida. Aquel que no encuentra en ninguna parte de la Historia que le cuentan el hilo que lleva al mundo en el que ha nacido, no puede encontrar el hilo de su propia vida. «Los padres comieron las uvas agrias y los dientes de los hijos tienen la dentera».

 

14.

 

Hay quienes hacen la historia y quienes la cuentan. Los que hacen la historia saben que los que la cuentan mienten, pero esta mentira es también para ellos la condición para poder continuar haciéndola, sin impedimentos.

 

15.

 

«Fueron militares rusos, en la Rusia soviética, quienes enseñaron a los alemanes las tácticas de guerra con carros blindados gracias a la cual arrollaron a Francia durante la Segunda Guerra Mundial; también fueron cuadros soviéticos quienes instruyeron a los primeros pilotos de asalto alemanes, que tantas sorpresas iban a dar al comienzo de ese mismo conflicto» (Franz Jung, El camino hacia abajo). En agosto de 1936, es decir, después del estallido de la Guerra Civil española, la totalidad del Comité Central del Partido Comunista italiano firma un llamamiento «por la salvación de Italia y la reconciliación del pueblo italiano». Decía: «Los comunistas adoptan el programa fascista de 1919, que es un programa de paz, libertad y defensa de los intereses de los trabajadores, y os dicen: luchemos juntos por la realización de este programa». ¡Apañáosla como podáis con esto!

 

16.

 

Jamás ha habido tan pocas personas que hablen en nombre propio como en esta sociedad de narcisismo generalizado. La magia social te tiene pillado por el ego. Operar más allá del ego no es ningún mandato moral, sino una condición estratégica.

 

17.

 

En el fondo el activismo es de naturaleza esencialmente terapéutica. Si se deja a un lado el revuelo mediático pasajero que puede ocasionar, no tiene otro efecto que permitir al activista «sentirse mejor consigo mismo», procurarle el sentimiento distintivo de no ser «como todos los demás» —esa masa pasiva de imbéciles y puercos anestesiados—. Para el activista, pretender actuar «por los demás», «por el planeta», «por el bien» no es más que una modalidad retorcida de narcisismo y autopromoción universal. En este comercio de indulgencias no hace falta más que trabajar, amparándose en motivos genéricos y generosos, para su propia promoción moral individual.

 

18.

 

Es en los términos de la teoría de juegos donde se ha ingeniado la mezcla de cooperación y competencia, información y ocultación, pacificación y guerra, racionalidad limitada y pura locura, individualismo rudo y mandatos sociales que tejen la actual sociedad imperial. El lugar de California donde se desarrolló esta teoría no es sin razón el mismo donde se concibieron posteriormente todos los dispositivos cibernéticos individualizados para los que constituye el código fundamental. La respuesta  a la pregunta «¿qué aplican las aplicaciones?» es sencilla: la teoría de juegos.

 

19.

 

En los años 50, los creadores de la teoría de juegos tenían por afición jugar en la cafetería de la Rand corporation, donde trabajaban, a un juego de mesa que habían inventado; su nombre era «Fuck your buddy!». «Fuck your buddy!» es la moral implícita de todas las relaciones sociales actuales —tanto afectivas como profesionales, amistosas o comerciales, virtuales o cotidianas—. No hay nada menos lúdico que la gamificación universal. No hay nada que no se haya convertido en un terreno de competición, incluso el número de «amigos», y por tanto, la simpatía se vuelve un momento de hostilidad general.

 

20.

 

Las ficciones sociales son por naturaleza eficaces. La antigua ficción consistía en que el hombre era propietario de su fuerza de trabajo y la vendía al propietario de los medios de producción. El sujeto humano seguía siendo libre hasta en la sumisión y soberano hasta en la alienación de su tiempo y sus fuerzas. Su dignidad y su integridad quedaron fijadas para toda la eternidad, aunque fueran ultrajadas a diario. Éste era el tema del humanismo clásico, del que juristas y militantes nunca nos dejan de hablar sin una punzada de nostalgia, pero al que son incapaces de reconocer como una ficción social perfectamente obsoleta. El que ahora prevalece es el del capital humano. El tema del capital humano se define como la agregación de su capital social, su capital salud, su capital relacional, su capital cultural, su capital capilar, etc. En ningún caso, él es propietario del capital que él es. Él es su capital social, su capital salud, su capital relacional, su capital cultural, su capital reputacional, su capital capilar, etc. Y no son cosas que pueda alquilar, alienar, poner a disposición de otros sin perderlas en ese mismo instante, sin perderse a sí mismo. Eso le pone más celoso. Tampoco son cosas que existan por sí mismas, más allá de las interacciones sociales que les dan existencia y que, por tanto, importa multiplicar tanto como sea posible. Estos capitales son capitales oxidables, igual que hay monedas oxidables [de interés negativo]: sólo tienen que ser activados, cuidados, acumulados, apreciados, maximizados, en resumen: producidos en cualquier momento y en cualquier interacción —amenazados como están por su devaluación. El sujeto del capital humano, en cuanto siervo del capital que es mucho más que dueño de sí mismo, empresario de sí mismo mucho más que sereno propietario de su persona, sólo conoce las interacciones estratégicas cuyos resultados se trata de optimizar. La teoría de juegos, en la que ninguna finta, ninguna mentira, ninguna traición está de más para alcanzar sus fines, es la teoría de este «sujeto» de una precariedad absoluta, de una obsolescencia programada y de una inconsistencia tal que puede ser cancelada al menor paso en falso, según los movimientos imprevisibles de la opinión y los códigos vigentes. Haber hecho del animal humano ese centro de cálculo vacío, frenético y angustiado; ésta es la mutación antropológica que han coronado las redes sociales.

 

21.

 

Amante especialmente celosa, esta sociedad acoge como una conmovedora muestra de lealtad cada vez que uno de sus miembros consiente en traicionar a un amigo, un allegado o un pariente, por el bien de ella y de sus manidos «valores». Lo que está surgiendo, tras el ritual mediático de la confesión pública, es una sociedad de la traición —una sociedad en la que la traición recíproca, es decir, la posibilidad de que se produzca en cualquier momento, se considera un nuevo pacto social—. Toda la parresía que se derrama sobre el público es la que no tiene lugar en las relaciones que ella pone en tela de juicio y remite mediante su adulación a su definitiva espectralidad.

 

22.

 

El imperativo alineamiento ideológico exigido a los ciudadanos durante la operación covid —seguida de la operación Ucrania, la operación Clima y la operación Palestina— ha sido la ocasión para la especie de revuelta de los mediocres que siempre acompaña a la fascistización de las sociedades.

 

23.

 

El fascismo ya ha ganado cuando todos han renunciado a pensar el «episodio covid». Todo el mundo pudo ver claro entonces lo que valía la «cultura», y cómo todos esos «intelectuales críticos» estaban más apegados a su estatus social que a su pensamiento. El desprecio de la cultura y la inteligencia mostrado por esta izquierda zombi quedó sellado por su mutismo cómplice, mucho antes de que los fascistas vinieran a pisotearla.

 

24.

 

Quienes pretenden que en alguna parte habría una fuerza constituida, un determinado movimiento sobre el que apoyar la posibilidad de una revolución, o simplemente capaz de oponerse a las maniobras gubernamentales, no hacen más que engañarse y engañar. Al ocupar así el terreno, obstaculizan que emerja algo nuevo, capaz de apoderarse de la época y de retorcerle el cuello.

 

25.

 

La necesidad de fantasear con la existencia de un movimiento proviene de que, para cierto número de ilusos, esta ficción hace las veces de consistencia social: ellos «formarían parte». En efecto, es común que, cuando no se sabe lo que se quiere, se llegue a querer existir —y por tanto, fatalmente, a fracasar ya que existir no puede resultar de una voluntad. Algunos han creído, manifiestamente, que se podía aplicar a la revolución la consigna «fake it until you make it», que tiene tanto éxito en la economía de las start-ups.

 

26.

 

A medida que las redes sociales han extraído lo esencial de la existencia social y de la valorización a ella vinculada, los militantes radicales se han reducido insensiblemente a un subsector marginal de dichas redes, que los ha subsumido casi integralmente. La imposibilidad, y el carácter finalmente superfluo, de disponer de una estrategia efectiva se deriva lógicamente. De ahora en adelante, los movimientos sociales están allí en primer lugar como soporte para la existencia individual de los militantes en las redes sociales. Si no conducen a ninguna parte, si no importa que desemboquen en una victoria o a una derrota, es porque ya cumplen ampliamente esta función básica.

 

27.

 

Para el activista, la razón de ser de la acción sólo es relativa a las imágenes que pueden producirse, y más aún a la explotación política de estas imágenes, así que no hay por qué escandalizarse de la aberración estratégica o del pasotismo táctico de dichas acciones. La verdadera eficacia de la acción reside fuera de ella misma, en los efectos secundarios que debe permitir. Desde este punto de vista, un herido grave no es necesariamente una pérdida, y una derrota rotunda puede también convertirse con facilidad en un éxito patente; si al menos no se es demasiado sensible al sufrimiento de los mártires.

 

28.

 

El triunfalismo desubicado, seguido del mutismo sobre la derrota una vez que ésta se ha consumado, designa una de las formas más perversas que toma el amor por la derrota de la izquierda, tanto entre los activistas como entre los sindicalistas. La celebración de victorias inexistentes enmascara oportunamente la retirada final o, las más de las veces, la completa ausencia de estrategia. Hay que considerar, sin paradoja alguna, que los verdaderos derrotistas son aquellos que, siempre positivos, no dejan de aplaudir y felicitarse a sí mismos. Y que son aquellos que critican «el movimiento» sin complacencia, los que manifiestan más claramente su rechazo a dejarse vencer estúpidamente y, por tanto, su determinación a ganar.

 

29.

 

Hay quien quiere vencer y quien quiere ser reconocido, es decir, quien considera una victoria ser reconocido. La verdadera victoria no tiene que ver con el enemigo, sino con la posibilidad de desplegar los propios planes justo después de los éxitos tácticos. Y hay que tener planes.

 

30.

 

La forma en que, de repente, no quedó nadie para enfrentarse al gobierno durante el golpe de mundo cuya ocasión fue servida por el covid, apoya esta otra hipótesis: que todo el mundo está en otra parte.

 

31.

 

No existe el privilegio de la conciencia política. Nadie ha resultado ser más embaucado, en los últimos años, que quienes se creen «politizados». Nadie ha sido más estúpido que las personas «cultivadas». Hay que buscar a aquellos con los que haremos la revolución por todas partes excepto entre los «politizados» —éstos tienen demasiado capital social que perder como para no ser estúpidos y cobardes—.

 

32.

 

Ya no tendréis noticias nuestras, o sólo por accidente. Desertamos de vuestro espacio público. Nos pasamos al bando de la construcción real de fuerzas y formas. Nos pasamos al bando de la conspiración, al bando del conspiracionismo activo. We are «exiting the vampire’s castle». See you on the outside!

 

33.

 

Creer lo suficiente en lo que se piensa como para no decirlo. Creer lo suficiente en lo que se hace como para no hacerlo público. Dejar a los cristianos, y los izquierdistas, el gusto publicitario del martirio.

 

34.

 

Sólo habrá lo que construyamos. Precisamente porque no hay nadie a quien salvar es tan necesaria una revolución. La cuestión política central del siglo xxi consiste en saber cómo constituir realidades colectivas no fundadas en el sacrificio.

 

35.

 

«Desde ahí que queremos contribuir a crear, como un frente de ondas colectivo, las condiciones para un cambio cultural ético que nos saque de la trampa de la cohabitación cultural actual centrada en relaciones de desconfianza y de control, de dominación y de competición propias de la cultura patriarcal-matriarcal que llevamos prácticamente por todo el planeta» (Humberto Maturana & Ximena Dávila, Habitar humano).

 

36.

 

Los que han ganado la guerra se llenan la boca de la palabra «paz». Los que se han apropiado de todo sólo hablan de inclusividad. Aquellos animados por el cinismo redomado sólo hablan de bondad. Incluso han conseguido el milagro de convertir a casi todos los izquierdistas y militantes del mundo a esos «valores». Así es como han logrado reprimir incluso la posibilidad de una revolución. Y en efecto, los vencedores saben muy bien que no existe una revolución inclusiva, ya que consiste, como mínimo, en su exclusión violenta. Tampoco existe una revolución benévola o ecológica —a menos que se considere que lo sería quemar palacios, enfrentarse a las fuerzas armadas o sabotear las grandes infraestructuras—. «Sólo la violencia sirve donde reina la violencia», decía Brecht. Para los vencedores, la paz es simplemente la eternidad de su victoria.

 

37.

 

Los cabrones utilizan todas las ideologías humanitarias posibles para proscribir toda compartición neta en el seno de la humanidad —lo que obviamente les perjudicaría—. Nosotros militamos por un mundo sin cabrones. Nos parece un programa mínimo a la par que coherente y satisfactorio.

 

38.

 

Aprender a reconocer a los cabrones y, para empezar, admitir su existencia, está en el origen de nuestra fuerza: el analfabetismo y el indiferentismo en cuestiones éticas benefician obviamente a los cabrones.

 

39.

 

El Partido se fortalece depurándose de sus elementos oportunistas, nihilistas, escépticos, covidianos, perversos, narcisistas, posmodernos, etc.

 

40.

 

La verdadera potencia colectiva sólo puede construirse con quienes ya no tienen miedo a estar solos.

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