Categorías
General

Sergio González Rodríguez / Transhumanismo planetario

Epílogo del libro Campo de guerra (2014) de Sergio González Rodríguez sobre las tendencias ultrabélicas del presente.

 

Un informe sobre el futuro que realizaron la ONU y otros organismos y se publicó en 2006,1 estableció que la evolución del mundo apunta a un gobierno planetario con una economía globalizada y bajo la etapa comunicativa de Internet. Su enfoque pacifista oculta el factor bélico que ha impulsado tanto el desarrollo de la economía como la revolución tecnológica en la vida cotidiana durante la modernidad y hasta la época actual. Defiende una postura de paz y de colaboración colectiva hacia el futuro con tres escenarios posibles: 1) mundos convencionales, donde prevalecerán las «fuerzas del mercado» y las «reformas políticas»; 2) barbarización, que prevé un predominio del colapso social y el mundo entendido como una fortaleza (que sería identificable con la visión militarista, la «securocracia» del control y la vigilancia); 3) grandes transiciones, que consiste en un «eco-comunalismo» y un «nuevo paradigma de sustentabilidad» (solidaridad y nuevos valores como paz, libertad, desarrollo y medio ambiente) que se lograría hacia 2068.
En esa tendencia, el informe apunta que en poco más de una década a partir de ahora, es decir hacia 2025, se impondrá en el mundo la «globalización de la sociedad civil» a partir de Organizaciones en Base a Valores (OBV), dedicadas a la acción sobre la plataforma comunicativa. Dicho informe ofrece un relato ficticio del futuro en el medio plazo: «Las redes globales de las OBV, armadas de cámaras digitales y otros sensores, demostraron ser la fuerza opositora ideal frente a las corporaciones globales depredadoras y a los gobiernos incompetentes. Organizaron vastas redes para seguir el comportamiento de las corporaciones: cómo y dónde estaban explotando bosques, la calidad de sus condiciones de trabajo y salarios, su contribución a las comunidades locales. La información era puesta en Internet, a menudo con tomas de video. Presionaban a los comerciantes minoristas para que evitaran a los proveedores transgresores, y a los consumidores para boicotear sus productos. Las redes OBV aplicaron a las empresas globales la poderosa capacidad de presión del mercado. Los gobiernos que fracasaban en suministrar servicios básicos a los más pobres, proteger recursos sensibles para el medio ambiente o hacer respetar los derechos universales, eran objeto de presiones políticas igualmente poderosas. Al exigir transparencia y pedir rendición de cuentas, estas redes de base de ciudadanos activistas aportaron un mecanismo rápido y poderoso de retroalimentación social, mucho más potente que los esfuerzos regulatorios formales de los gobiernos y los organismos intergubernamentales».
El informe futurista de 2006, anterior a la gran crisis económica global de 2008, al protagonismo de los grupos Anonymous y WikiLeaks, a las delaciones comunicativas desde dentro de los aparatos de espionaje, y cuyo diagnóstico de la historia y el presente era plausible en aquel momento, lucía precario ya en 2013. En particular, porque la alternativa del activismo vía Internet se ha mostrado hasta el momento limitada e ineficaz ante el poder militar, los intereses corporativos y las políticas de los Estados-nación. Para lograr avances significativos hacia un cambio radical de la mente humana se requiere mucho más que la fe en las nuevas técnicas de la información y la comunicación. Ante todo, urgen un conocimiento y una crítica de la realidad, sus inercias y funcionamiento profundo más completos que el enfoque pacifista de aliento tecnocrático y evolucionista que presenta dicho informe.
En el caso europeo, en 2010 se publicó Proyecto Europa 2030, que reconoce la inseguridad del presente y contempla que en los próximos veinte años «no sólo habrá varios polos de poder, sino que el centro de gravedad del mundo se habrá desplazado también: hacia Asia y el Sur del planeta, hacia nuevos actores públicos y privados, y hacia arriba, hacia las instituciones transnacionales».2 El reto central consiste en enfrentar tal transformación, cuyo dinamismo condiciona la oferta de energía (combustibles fósiles que en su mayor parte tendrán que importarse, con el complemento de la energía renovable) bajo el cambio climático y sus riesgos consecuentes.
Proyecto Europa 2030 tiene como plataforma el modelo de «economía social de mercado» y alta competencia, que se aplica a la búsqueda del crecimiento y el empleo, la inversión social selectiva, el nuevo pacto para el mercado único en el continente, la gobernanza económica de estabilidad y convergencia. A lo anterior, se añade la sostenibilidad ambiental, el mejoramiento educativo, el incremento de gasto en investigación y desarrollo, así como alienta nuevas reglas que estimulen la innovación y la creatividad, la racionalidad demográfica y una política eficaz de inmigración. Alude también al control de los desplazamientos humanos y la seguridad interior y exterior.
Al contrario de la tendencia tecnológica y belicista de control y vigilancia, Proyecto Europa 2030 propone mantener y desarrollar un «espacio de libertad, seguridad y justicia», es decir, «ahora es necesario que actuemos de manera decisiva instaurando un nuevo “Modelo Europeo de Seguridad”. Dicho modelo, basándose en la concepción y en los objetivos que figuran en la “Estrategia de Seguridad Interior” adoptada recientemente [2010], deberá dar prioridad a los intereses de los ciudadanos europeos al tiempo que aborda los retos en rápida evolución del siglo XXI».3
El documento prescribe proteger los derechos y libertades individuales, mejorar la cooperación y la solidaridad entre los Estados miembros, atender las causas de la inseguridad y no sólo sus efectos. Para esto, ordena priorizar la prevención y el compromiso con los ciudadanos, y reconocer la interdependencia entre las dimensiones interna y externa de la seguridad a la hora de establecer un planteamiento de «seguridad global» con terceros países.
En el ámbito militar, Proyecto Europa 2030 reconoce las carencias conjuntas de los países miembros de la Unión Europea (UE) y demanda combatirlas a partir de un punto de referencia: EE. UU. El gasto militar en Europa equivale a la mitad del estadounidense, mientras que su proyección exterior de fuerzas se reduce entre el 10 y el 15 % respecto de la de EE. UU. La UE acepta que es insuficiente la inversión en las capacidades necesarias para responder a nuevas situaciones de seguridad (fuerzas de despliegue rápido, transporte aéreo estratégico, helicópteros, comunicaciones, policía militar): «con 1,8 millones de soldados, medio millón más que EE. UU., la UE no es capaz de desplegar sesenta mil soldados en fuerzas de intervención rápida y tiene dificultades para destinar cinco mil soldados a una misión de la Política Común de Seguridad y Defensa (PCSD).4 El 70 % de las fuerzas terrestres europeas son incapaces de operar en el exterior, a pesar de que los conflictos emergentes requieren fuerzas expedicionarias capaces de desplegarse y permanecer activas. En general, las misiones de la PCSD europea suelen ser fragmentarias y circunstanciales, y están lejos de responder a un plan o estrategia horizontal. En buena parte, esto obedece a que la UE carece de una financiación común para sus misiones: sin un reparto equitativo de la carga entre los Estados miembros, se carece de «incentivos» para participar en misiones militares, y, en cuanto a la producción de armamento, a la UE le «cuesta mucho más producir mucho menos que EE. UU.», paradigma hacia el futuro.
La conclusión de Proyecto Europa 2030 deja clara su postura de optimizar el modelo bélico para la UE: «es menester que la UE se ponga de acuerdo en una visión a largo plazo de la UE, que podría exponerse en un Libro Blanco, con prioridades claramente definidas en materia de amenazas, de criterios de intervención y de recursos asignados».5 La fortaleza de los países miembros del pacto europeo demanda un rendimiento militar de índole superior al existente ahora.
El aliento civil y la defensa de los derechos y libertades individuales del Proyecto Europa 2030 concuerda con el Informe sobre una Nueva Agenda Digital para Europa 2015 del Parlamento Europeo (PE), cuyo enfoque en torno de una «economía próspera y competitiva» defiende la accesibilidad, la transparencia, la igualdad, el pluralismo, y considera la privacidad de los datos en el funcionamiento de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), sobre todo porque Europa es, en la actualidad, «el “continente móvil” del mundo» y «el 75 % de los abonados a la telefonía móvil son usuarios de banda ancha móvil con acceso a servicios inalámbricos de alta velocidad».6 Por ejemplo, al comenzar la segunda década del siglo XXI, España estaba a la cabeza en la compra y uso de artilugios electrónicos de tipo móvil, enfocados al entretenimiento, donde tiende a quedar atrás la lectura de libros.7 La tecnofilia ultracontemporánea contribuye, en su inadvertencia de los riesgos del control y la vigilancia, al advenimiento de los sistemas militarizados en el ámbito civil y el transhumanismo.
Frente al tema del control y la vigilancia, el PE parece confiar demasiado en las disposiciones sobre la «neutralidad» de la red y los servicios de por medio, provistos, como se sabe, por corporaciones transnacionales que han mostrado a lo largo de estos años su alcance invasor en la producción, la circulación y el consumo de las personas.8 En este contexto, es significativo que el programa de Conocimiento de Información Total estadounidense, que se basa en millones de cámaras y entrecruzamiento informativo de datos y sistemas, funcione ya en un país de la UE: el Reino Unido.9 Esta aplicación vanguardista se ha vuelto decisiva para el resto de Europa.
Un estudio sobre las guerras en la segunda mitad del siglo XX determina que sus principales factores fueron la etnicidad y la violencia, mediante la polarización y la fragmentación, que surgieron en torno de asuntos públicos donde interactúan la política y la economía. Así, la instrumentación de los intereses y beneficios se vuelve más importante que los odios en sí.10 Permanece el desacuerdo como germen y la posibilidad hacia el futuro de construir modelos para entender ese proceder implacable.
La búsqueda de soluciones alternas de participación individual y colectiva con el fin de transformar el orden existente oscila entre la matriz pacifista y la matriz insurreccionalista del pensamiento. Un ejemplo del ideario «no violento» de alcance transnacional y ecuménico está en agrupaciones como L’Arche, que afirma: «Los que renuncian a las armas no tienen defensa. Correctamente ejercidos y preparados, pueden ser una fuerte defensa civil no violenta. Esto se puede definir como la lucha de todo un pueblo para detener el mal y neutralizar al enemigo con formas que respeten la vida y a la gente, dejando una oportunidad al diálogo. Esta fuerza no tiene que ver con la riqueza o el privilegio y no puede ser monopolizada por el gobierno. Las mujeres tienen tanta participación como los hombres. La no violencia está relacionada con la justicia de la causa y la unión de los que luchan. Así, los usos de la no violencia son consistentes con el fin. En cambio, con las armas, el fin es lo que justifica los medios. Por otra parte, las armas, especialmente las de destrucción masiva, nacen en la mente para destruir los valores que se desea proteger. La fuerza de la verdad también nos hace conscientes de nuestra responsabilidad y de la injusticia».11 La matriz pacifista confía en que logrará triunfar en el siglo XXI.
Un año antes de la gran crisis económica de 2008 se publicó un manifiesto12 que, además de anunciar la debacle del sistema financiero mundial, propuso una insurrección inminente a nivel global. Su impulso comunitario convocó a la multitud a organizarse para enfrentar el orden existente desde el estudio, el aprendizaje y la enseñanza de la realidad y sus efectos nocivos. Propuso además crear territorios compartidos de inconformidad y activismo insurrecto con «zonas de opacidad» frente al poder convencional, ampliar vínculos con otras comunidades y territorios rebeldes a lo largo y ancho del planeta, llevar la insurrección sistemática a otras partes y vencer uno por uno los obstáculos, consumar una identidad anónima e invisibilizar los ensambles organizativos, así como construir medios de autodefensa, capitalizar toda crisis, sabotear la autoridad, bloquear la economía, deshacerse del control policial, imponer autoridades locales y deponer el uso de las armas con el fin de favorecer nuevas prácticas de la política. Sin enunciarlo así, se expresaba una teoría de la fuerza asimétrica.
Tanto el pacifismo como los movimientos insurreccionalistas suelen confluir en soluciones que explotan el cariz asimétrico de su «debilidad» respecto de las fuerzas hegemónicas. En términos tradicionales, tal desproporción remite al rango 1:2.
En valuaciones contemporáneas se emplea esta postura: «Un conflicto se codifica como asimétrico si el producto dividido por la mitad de las fuerzas armadas de un actor y la población supera el producto simple de las fuerzas armadas de su adversario y la población por ≥ 5:01».13 El estudio de las asimetrías en los conflictos ha llevado a formular este razonamiento: cuanto mayor es la brecha respecto de quien tiene el poder, los actores fuertes son me­nos resolutivos y por lo tanto más vulnerables en lo político; por el contrario, en tal situación, los actores débiles se vuelven más firmes y menos vulnerables en lo político. En consecuencia, con el fin de predecir mejor los resultados en un conflicto asimétrico debe observarse la interacción estratégica entre los actores.
Por ejemplo, la mejor consecuencia para un actor débil sería efectuar un ataque directo (que busca destruir la capacidad de pelear del adversario) contra una defensa indirecta (la voluntad de pelear del adversario); la segunda mejor consecuencia para un actor débil sería efectuar un ataque indirecto (la voluntad de pelear del adversario) contra una defensa indirecta (la voluntad de pelear del adversario).14 Esto explicaría las dificultades militares de EE. UU. en Vietnam, Somalia, Irak y Afganistán.
Parece contradictorio llevar el pensamiento pacifista a las consideraciones del campo de guerra. Sin embargo, su lenguaje y sus prácticas asumen el concepto de paz como un arma para combatir la guerra.15 Esas adaptaciones doctrinarias hacen pensar que, hacia el futuro, el escenario de la humanidad no será entre el bando de la guerra y el de la paz, sino el choque generalizado entre dos formas distintas de hacer la guerra en un mismo sistema único.
El futuro resulta inexistente sin el momento actual, y éste, hasta ahora, se muestra casi por completo ajeno a las prescripciones de mejoría de los distintos escenarios que suelen plantearse. La asimetría entre la actualidad y el de­seo de transformación es desproporcionada. Las tendencias e inercias obligan a formular otras aproximaciones. Quizás en el estudio de las asimetrías en la economía, la política, la sociedad y la cultura se encuentre una reserva de sueños inéditos hacia el porvenir: la asimetría, las anomalías y las diferencias son también un principio transformador que podrá contrarrestar al transhumanismo tecnológico-militar.
La integración económica y política del mundo ha visto en las asimetrías de los países un riesgo permanente y, a veces, ha sabido capitalizar su existencia. El Tratado de la Unión Europea (TUE) entró en vigor en 1993 y, un año después, hizo lo propio el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). El trasfondo geopolítico de entonces fue la revolución de los asuntos militares consumada por EE. UU., que encauza la globalización desde entonces. A veinte años de aquello, el Departamento de Defensa estadounidense ha instado a Europa a incidir con su Tratado del Atlántico Norte (OTAN),16 a pesar de las limitaciones prácticas que padece, en el nuevo foco de seguridad hacia el siglo XXI y sus amenazas crecientes: el vasto territorio de Asia y el Pacífico.
El caso de México y su integración económica, política y militar bajo los intereses estadounidenses refleja cómo ha sido posible aprovechar la condición asimétrica, la alegalidad de un Estado y la implantación de reformas integrales de sus sistemas productivos, de inteligencia, penal y de seguridad para absorberlos poco a poco de acuerdo con las demandas de EE. UU. hacia el siglo XXI. Los años de violencia extrema e inestabilidad en México han colabora­do a lograr esos fines y trastornado su espacio real y simbólico a partir de cartografías emergentes y adversas para la mayoría de las personas.
Los resultados de dicha absorción revelan una sociedad en crisis y de escasas expectativas hacia el futuro, que deben reformularse. Su caso sirve para alertar situaciones semejantes en otras partes del planeta y auspiciar otros modos de enfrentar lo que viene. En particular, contener el énfasis belicista basado en la tecnología y el modelo de control y vigilancia de las personas, quienes son vistas como mera unidad sujeta al orden supraindividual que reside en poderes últimos cada vez más concentrados e inexpugnables. Un mundo dividido entre dirigentes-analistas y personas-entes, los operadores y su mundo de vida lejano de la educación, el bienestar y la cultura, inmerso en el consumo y el entretenimiento. La gran masa en busca de aprender destrezas para la ultraconectividad de los sistemas y sus dispositivos o aparatos que dominan la fuerza de trabajo y la privacidad, y determinan el gasto individual: violencia comunitaria, ocio, narcosis, sexualidad, etcétera, mientras soslayan la amenaza del desamparo extremo. El malestar social convertido en sustancia maleable, pasaje a la virtualidad de ser anamorfosis viva ante los abusos u omisiones del poder constituido y la depredación del poder criminal.
La humanidad nunca supo tanto como ahora sobre la naturaleza y la composición del cosmos, y jamás estuvo más lejos de las estrellas que en el presente. Por fortuna, persiste el misterio ante el porvenir.

 


1 Paul Raskin, Tariq Banuri, Gilberto Gallopín, Pablo Gutman, Al Hammond, Robert Kates y Rob Swart, La gran transición: la promesa y la atracción del futuro, Santiago de Chile, ONU/ CEPAL/Stockholm Environment Institute/Global Scenario Group, 2006, 79 pp.
2 Felipe González Márquez et al., Proyecto Europa 2030. Retos y oportunidades. Informe al Consejo Europeo del Grupo de Reflexión sobre el futuro de la UE en 2030, Unión Europea, mayo de 2010, p. 11.
3 Ibid., p 33.
4 Ibid., p 35.
5 Ibid., p 36.
6 Pilar del Castillo Vera, Informe sobre una nueva Agenda Digital para Europa: 2015, Parlamento Europeo, Comisión de Industria, Investigación y Energía, Unión Europea, 2010, p. 6.
7 TNS, Presentación del estudio Mobile Life, España, 2012, pp. 27-28: http://www.slideshare.net/TNSspain/presentacion-del­ estudiomobile-life
8 Thomas Allmer, Towards a Critica! Theory of Surveillance in Informational Capitalism, op. cit.
9 La Information Awareness Office estadounidense fue establecida en 2002 por la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada (DARPA) con el fin de establecer el programa de Conocimiento de Información Total: Total Information Awareness (TIA). En 2003, al retirarle su financiamiento el Congreso, dicho programa se diversificó en otros sin perder su intención totalizadora, cf. Elliot D. Cohen, Mass Surveillance and State Control: The Total Information Awareness Project, Basingstoke (UK), Palgrave Macmillan, 2010, 258 pp.; Keith Laidler, Surveillance Unlimited: How We’ve Become the Most Watched People on Earth, Cambridge, Icon Books, 2008, 256 pp.
10 Joan Esteban, Laura Mayoral y Debraj Ray, «Ethnicity and Conflict: Theory and Facts», Science, Nueva York, 18 de mayo de 2012, vol. 336, pp. 858-865.
11 Cf. http:/ /www.arche-de-st-antoine.com/arche.htm.
12 The Invisible Commitee, The Coming Insurrection, Massachusetts Semiotext(e)/MIT Press, 2009, 135 pp. La edición original de 2007 se publicó en Francia por Éditions La Fabrique. Hay una edición en español de Melusina (2009).
13 Ivan Arreguín-Toft, «How the Weaks Win Wars: A Theory on Asimmetric Conflict», Nueva York, International Security 26:1, p. 100. El análisis citado proviene de la misma obra.
14 Jake Hartigan, Why the Weak Win Wars: A Study of the Factors that Dríve Strategy in Asímmetríc Conflict, tesis, Monterey (CA), Naval Postgraduate School, 79 pp.; también hay edición Kindle.
15 En palabras de Gandhi: «Los ingleses quieren obligarnos a situar la lucha en el terreno de las ametralladoras, pues ellos tienen armas y nosotros no. Nuestra única posibilidad de derrotarlos consiste en llevar el combate a un terreno en el que nosotros poseemos armas y ellos no». Esto implica una convicción clara del valor de las asimetrías. Cf. http:// noviolencia-activa.blogspot.mx/2006/05/gandhi­ y-king.html; algunos teóricos de la no-violencia como Jean Goss y Jean Marie Müller suelen invertir a una lógica pacifista la estrategia y las tácticas de la guerra: cf. http://noviolencia-activa. blogspot. mx/2006/O 51metodología-de-la-no-violencia-acti va.html. La genealogía de la doctrina pacifista proviene del jainismo hindú y el principio de «ahimsa» (no hacer daño a la vida, no usar la violencia), el Evangelio cristiano, la desobediencia civil de Henry David Thoreau, la austeridad de John Ruskin y el cristianismo libertario de León Tolstói, entre otras vertientes. Tales pacifistas parecen acogerse al criterio latino Arma in armatos sumere iura sinunt, es legítimo tomar las armas contra los que portan armas.
16 Lcon E. Panetta, Speech, King’s College London, 18 de enero de 2013: http:/ /www.defense.gov/speeches/speech.aspx? speechid=1744. El proceso bélico se quiere irreversible.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *