Intervención de Michel Foucault (publicada en la revista Combat el 27-28 de abril de 1974) en apoyo a Félix Guattari, quien fue llevado a juicio por la publicación del número 12 de la revista francesa Recherches que se tituló Gran Enciclopedia de las homosexualidades (con la participación de Gilles Deleuze, Michel Foucault, Jean Genet, Daniel Guérin, Guy Hocquenghem, Jean-Paul Sartre, J.-J. Lebel, entre otros) acusándolo de «ultraje a las buenas costumbres». Este número colectivo, redactado no por sexólogos sino por gente preocupada por estas cuestiones, fue incautado desde su aparición «no a causa del tema sino de las palabras y de las fotografías empleadas […], exhibición libidinosa de una minoría de pervertidos». El juicio confirmó la incautación y ordenó la destrucción de todos los números. Anteriormente se publicó en este blog la traducción de uno de los textos publicados en este número: «Para acabar con la masacre del cuerpo». Una reedición de este número completo fue publicada en 2015 en la editorial francesa Acratie.
Existen tres problemas en este proceso.
El primero, que es un problema aparente, no es, me parece, el más importante: me refiero al de la libertad de expresión, se trata del problema: ¿pornografía o no pornografía? A la justicia le gustaría que el proceso se circunscribiera a este plano.
De hecho, detrás de esta primera cuestión, existe otra que es mucho más seria: ¿sí o no, en cuanto práctica sexual, la homosexualidad recibirá los mismos derechos de expresión y de ejercicio que la sexualidad llamada normal? Pero es en aquellos otros términos que los magistrados intentan conducir los debates.
En tercer lugar surge el problema fundamental; la relación entre la política y la sexualidad.
¿Acaso, en los hechos, la sexualidad, la reivindicación de los derechos sexuales o la posibilidad de practicar la sexualidad que se desee, constituyen un derecho político? ¿Acaso se puede, ahora, constituir en torno a estos términos un movimiento que cuente con objetivos finalmente políticos? Éste es todo el asunto de la integración de la sexualidad en la lucha política.
Y sin duda éste es aquí el problema fundamental que el proceso ha formulado. Pero ni al poder ni a los magistrados que lo representan les gustaría que la cuestión se planteara de este modo. Y es así como han limitado el proceso a la interrogación mucho más sencilla que consiste en preguntarse: ¿es pornografía o no lo es?
¿La revista incriminada constituye un número de estudios y de investigaciones verdaderamente serias, universitarias, académicas, o bien, por el contrario, es un conjunto de cochinadas y obscenidades? No pienso que sea necesario encasillarse en este nivel. El contenido de la revista, la naturaleza de los dibujos, el valor, el límite de la pornografía que cruzan o que no cruzan, todo esto no tiene, me parece, ninguna importancia. El problema serio, una vez más, es la sexualidad en la política.
Cuando uno ve, hoy, la importancia que desempeñan el M. L. F. (Movimiento de Liberación de las Mujeres), el problema del aborto, cuando se asiste a la candidatura a bufón del Sr. Jean Royer, podemos estar seguros de que se trata de un sector clave de la sociedad actual. Y no solamente de la sociedad, sino también de la política.
Desde hace siglos reina toda una política del cuerpo. El cuerpo humano, en efecto, ha sido, desde los siglos XVII y XVIII, a la vez utilizado, cuadriculado, encerrado, encorsetado como fuerza de trabajo. Esta política consistía en extraerle el máximo de fuerzas utilizables para el trabajo, y el máximo de tiempo utilizable para la producción. Actualmente, lo que se pone en cuestión es esto: ¿voy a poder o no recuperar mi propio cuerpo, y también el cuerpo de los demás —con todas las relaciones que esto implica—, para algo distinto a aquella utilización de la fuerza de trabajo?
Esta lucha por el cuerpo es lo que hace que la sexualidad sea un problema político. Es comprensible que en estas condiciones la sexualidad llamada normal, es decir, reproductora de la fuerza de trabajo —con todo lo que esto supone de rechazo de las otras sexualidades y también de sujeción de la mujer—, se proponga mostrarse como normativa. Y es tan completamente normal que, en el movimiento político que tiende a la recuperación del cuerpo, se encuentren movimientos por la liberación de la mujer, así como por la homosexualidad masculina o femenina.