¿Qué hacer de la ZAD (“Zona a defender”) de Notre-Dame-des-Landes? Ésta es, ciertamente, la pregunta que se plantea un buen número de consejeros del Rey. ¿Liquidar tranquilamente aquello que se ha mantenido como una zona no-gobernable en medio del bosque francés? ¿Preparar para el invierno una tentativa de expulsión que invariablemente se transformaría en un Vietnam? Ya veremos. Mientras tanto, los habitantes de la ZAD miran igualmente al porvenir. ¿Cómo proyectarse hacia un tiempo prolongado? ¿Cómo pensar la habitación y la ocupación de esta zona “liberada”? A continuación un documento interno que da cuenta de las reflexiones en curso.
1.
Muchas cuestiones se levantan actualmente acerca del devenir de las tierras de Notre-Dame-des-Landes una vez que el proyecto de aeropuerto se encuentre abandonado. Algunas pistas son exploradas por diversos componentes del movimiento, pero reduciendo casi siempre el problema de la tierra a la del estatuto jurídico futuro de estas tierras o la cuestión de los usos a un asunto de propiedad. Por lo demás, en la ZAD, coronada como una “zona de no derecho” por propia declaración del poder, muchos conflictos sobre uso se despliegan. Ya se trate del uso de los prados y los campos o del de las carreteras y los caminos, de la caza o las prácticas agrícolas, estos conflictos son múltiples.
El devenir de estas tierras depende enteramente de nuestra capacidad de vivir en ellas hoy en común. Estas dos problemáticas son indisociables. Si no conseguimos, aquí y ahora, conciliar las diferentes prácticas y la multiplicidad de los usos que cohabitan en las tierras de la ZAD, entonces nos será difícil proyectarnos juntos hacia un porvenir sin aeropuerto.
2.
Justo ahora que los responsables titubean, en que el proyecto está como congelado en una especie de moratoria que no pronuncia su nombre, disponemos de una ventana de algunos años para volver viable y principalmente deseable la hipótesis de una Comuna en Notre-Dames-des-Landes. Mañana, cuando los acaparadores y otros grandes propietarios quieran repartirse el pastel del crédito o cuando el Estado establezca nuevos planes para este bosque, no es sino por una voluntad común de que se viva aquí otra cosa que podremos resistirles.
Por ahora, nosotros hemos compartido el rechazo a un aeropuerto. Si nos quedamos en esto, estamos condenados a desaparecer en cuanto movimiento en el momento del abandono del proyecto contra el cual nos organizamos. Haciendo nacer entre nosotros un horizonte común hacia el cual caminar es que seremos capaces de impedir la reconquista de este territorio por parte de la metrópoli. Justo ahora que este bosque jamás fue tan ingobernable, nosotros rechazamos creer que en plenas siembras colectivas o en las barricadas, en plenos lugares de construcción o en las calles de Nantes, la única cuestión que se jugaba era la de un aeropuerto.
3.
¿Cómo hacer para resolver los conflictos de usos entre los habitantes sin necesitar a la policía o la justicia?
¿Cómo hacer para habitar este bosque y construir en él formas de organización colectivas sin necesitar a la cámara de agricultura o la CDOA (Comisión Departamental de Orientación Agrícola), ni a expertos o desarrolladores, para decidir usos presentes y futuros de estas tierras?
¿Cómo hacer para que las personas que viven, habitan y cultivan la ZAD, pero también todas las que participan del movimiento de lucha, puedan determinar juntas lo que quieren para este territorio, y juntas construir lo que será este bosque mañana una vez que hayamos hecho fracasar el proyecto de aeropuerto?
¿Cómo hacer Comuna?
El municipio [la commune] fue en la península ibérica la formación social más próxima a la polis griega y al mismo tiempo la más contraria al Estado […] Las decisiones se tomaban en asamblea abierta; los vecinos se regían a través de las normas dictadas por la costumbre y combatían la miseria con el uso colectivo de las tierras comunales. En tal sociedad sin Estado —o al menos fuera de su alcance— tuvo lugar la síntesis entre lo urbano y lo rural que dio forma a una cultura rica e intensa.
Miguel Amoros, Le second assaut
4.
Por Comunales nosotros designamos a la vez un territorio compartido, las tierras comunales, y las infraestructuras de la autonomía que se elaboran aquí, los comunes.
4. bis
Los comunes son todas las infraestructuras de la autonomía de las que ha sabido dotarse el movimiento a lo largo de los años y que se inventan día a día en este bosque. Estas herramientas son múltiples y tienen por objeto organizarse colectivamente para responder a nuestras necesidades:
— alimentarse (cultivos colectivos sobre las tierras ocupadas, formas de poner a compartir las máquinas agrícolas comunes, tentativas de distribución no-mercantiles de los alimentos autoproducidos en la zona pero también de los no-vendidos de los supermercados, etc.),
— informarse y comunicarse (Radio Klaxon, ZAD Nadir, ZAD News, fotocopias comunes, etc.),
— defenderse (formas para poner a compartir material médico y aprendizaje colectivo de gestos de cuidados, de estrategias de defensa ante la policía y la justicia, caja antirrepresión, difusión de prácticas y de materiales para el enfrentamiento, retroexcavadora común, etc.).
Los comunes, por ahora, son un archipiélago difuso de grupos entremezclados que se organizan a veces en conjunto, a veces lado a lado, para sostener infraestructuras compartidas con el conjunto del movimiento. Para nosotros en potencia, este feliz desorden no es nada menos que un esbozo de base material para asentar una Comuna en este bosque. Queda por reforzar este movimiento, por incrementar nuestra fuerza material a la vez que se profundizan los modos de compartir que están aquí afianzados.
4. ter
Las tierras comunales son un territorio puesto a compartir en el que la propiedad de la tierra, la propiedad del suelo, no está definida ya por el derecho, actualmente inaplicable en este bosque. Por territorio nosotros entendemos: los campos, los bosques, los prados, los setos, las granjas, las casas y las cabañas, pero también las carreteras y los caminos. El territorio de los comunales es pues:
— un territorio físico delimitado colectivamente y declarado como bien común, es decir, como propiedad colectiva del movimiento;
— un territorio consagrado a los usos de los individuos y los grupos que lo habitan, lo defienden o lo cultivan, ya sea que habiten o no de manera continua sobre la zona, que lo atraviesen o se paseen por él, recolecten plantas o champiñones, realicen caza u observen los tritones…
— un territorio cuyos usos presentes y futuros son discutidos por el movimiento reunido en asambleas, y no por gestores, planificadores, expertos, desconectados de lo que aquí se vive.
Construir comunales puede ser un primer paso dentro de la perspectiva de hacer comuna.
5.
En la ZAD, el contorno aún incierto de las tierras comunales podría ser el siguiente: incluiría todas las tierras que pertenecen a AGO/VINCI excepto aquellas cuyo uso tienen actualmente los campesinos en lucha y que les hacen vivir. Entre estas tierras habría pues a la vez tierras redistribuidas y tierras en área de trabajo.
Que quede bien claro: la comunización de una parte de las tierras de la ZAD no tiene por objetivo la sustracción de tierras a los agricultores en lucha, que rechazan colaborar con AGO, que son objeto de procedimientos de expropiación y de amenazas de expulsión. Nosotros deseamos que puedan seguir teniendo el uso de estas tierras y trabajarlas en unas buenas condiciones. Poder comunar con todos los campesinos y los habitantes que han rechazado el proyecto y azotado la puerta a las narices de AGO/VINCI es uno de los puntos centrales del movimiento.
6.
Es posible imaginar una multitud de usos agrícolas para las tierras comunales:
— que continúen sirviendo a cultivos colectivos para alimentar esta lucha y otras.
— que puedan servir a nuevas instalaciones sin importar que provengan del movimiento de ocupación, de la juventud campesina de los alrededores, de habitantes locales o de nuevos que llegan de otra parte, ya sean legales o ilegales.
— que puedan igualmente servir para compensar a los agricultores en lucha cuyas tierras estarían afectadas por excavaciones, perforaciones, o las consecuencias de una nueva ocupación militar.
— que una parte de estas tierras pueda servir a cultivos de solidaridad cuya cosecha estaría destinada a otros grupos más allá de la ZAD.
7.
Las tierras comunales de la ZAD no son únicamente el territorio donde se despliegan múltiples usos en la actualidad, son igualmente tierras que nosotros reservamos a usos futuros determinados colectivamente. En cuanto a los usos agrícolas, es dentro de la perspectiva de constituir una reserva de suelo que COPAIN y la ADECA se ven enfrentadas con dinámicas de ocupación. Las tierras de la reserva de suelo tendrían la vocación de permitir instalaciones agrícolas futuras contra la expansión de explotaciones agrícolas existentes.
Pensar los usos posibles de estas tierras para el porvenir implica organizarse juntos desde hoy, fuera de toda legalidad, contra la expansión de las explotaciones existentes, y contra la redistribución operada por AGO/VINCI. Esto necesita de igual modo organizarse en común para cultivar o mantener estas tierras.
Es en este sentido que han sido realizadas las siembras colectivas del 5 de octubre de 2013, las siembras de sarraceno de la primavera de 2014, y las futuras siembras de prados en estas mismas tierras ocupadas. Hoy, la ocupación ilegal de las tierras se afirma como una estrategia compartida por todos los componentes de la lucha. Ya se trate de la idea de reserva de suelo, o de las de los comunales, estas proyecciones posteriores al proyecto, ya sea que busquen prologar la situación extralegal de hoy o explorar formas jurídicas para el porvenir, sólo serán posibles mediante una profundización de las prácticas y los encuentros nacidos de esta lucha.
Que quede claro: así como las tierras trabajadas por agricultores en lucha sobre la zona no están incluidas en las tierras comunales, las tierras ya habitadas ilegalmente por el movimiento de ocupación no entran en la reserva de suelo. No es cuestión de imponer futuras instalaciones agrícolas a sitios donde otras formas de vida y de usos se despliegan y se proyectan dentro de un porvenir sin aeropuerto.
8.
Pero el territorio de los comunales es más vasto que las tierras que nosotros cultivamos. Supera ampliamente la mera cuestión de los usos agrícolas. Profundizar y extender lo que hay de común en el movimiento es construir desde ahora la fuerza que permitirá, una vez que el proyecto sea definitivamente abandonado, que este territorio sea elaborado por y para aquellas y aquellos que tienen su uso, para la autodeterminación de este bosque, para que mañana la ZAD devenga Comuna en vez de aeropuerto.
Construir los comunales es defender este territorio contra todo proyecto de acondicionamiento de la metrópoli (aeropuerto, tramo de carretera, urbanización, eco-barrio, reserva natural, etc.), al mismo tiempo que se da los medios para que todos los habitantes expulsables que lo deseen puedan permanecer y continuar viviendo en este territorio, ya se trate de habitantes con o sin derecho y título, recientes o viejos, de casas, de granjas o de hábitat autoconstruido, de caravanas, etc.
Es impulsar un movimiento a partir de hacer que fracase definitivamente el proyecto de aeropuerto atacando uno de los fundamentos de su mundo: la propiedad de la tierra. Es buscar realizar un viejísimo sueño: que nadie pueda vender, comprar o monetizar el uso de las tierras, cabañas y granjas, baldíos y campos que nosotros compartimos.
Los habitantes “exigen que ya no seamos obligados a […] pagar rentas por unos bienes comunes” y “que ya sólo sea provisto de estos mismos bienes por un común consentimiento”.
Extracto de los Cuadernos de quejas de la parroquia Fay de Bretagne “elaborados por los habitantes […] reunidos el cuatro de abril de 1789”.
9.
Numerosas prácticas que se despliegan en el movimiento contra el aeropuerto y su mundo tienden ya hacia la realización de una parte de estos objetivos. Es por esto que más que partir de un hipotético estatuto jurídico futuro, desearíamos tomar como punto de partida estas prácticas nacidas de la lucha, y construir juntos una costumbre.
Para construir los comunales nos hace falta, por tanto, partir de las prácticas que ya están en marcha en el territorio (hábitat ilegal, culturas colectivas en pleno campo, huertos, permacultura, caza, autoconstrucción y explotación agrícolas profesionales, recolección, caminatas…) así como espacios de organización que existen ya (Asamblea del movimiento, Siembra tu ZAD, COPAIN, reuniones de los habitantes, discusiones informales, etc.). Es parcialmente de estos espacios de asamblea, incluso si además experimentamos sus límites, que han surgido las infraestructuras de la autonomía de las que se ha dotado el movimiento, así como la dinámica de recuperación de las tierras. Pero, para dar cuerpo a los comunales, nos hace falta inventar nuevas formas y crear nuevos espacios para tratar la cuestión de los usos del territorio.
10.
Imaginemos una asamblea extraordinaria que implique todos los componentes del movimiento así como los habitantes de este bosque, las personas y los grupos que lo usan: la Asamblea de los Comunales.
La asamblea de los Comunales no sería una estructura legal oficial. Sería una estructura habitual, horizontal, un espacio donde se inventa progresivamente, al ritmo de los conflictos, una manera de vivir juntos, a escala de la ZAD. Sería también un lugar desde el cual se afirme la primacía de nuestras prácticas y nuestros usos sobre el derecho en vigor.
La primera asamblea de los comunales, solemne y destituyente, podría desenvolverse al interior de un lugar del poder del suelo (CDOA, cámara de la agricultura, sede la SAFER…). Su gesto inaugural podría ser la expropiación salvaje de AGO/VINCI, y la declaración en Comunes de una parte de las tierras de la ZAD. Podría publicar una carta de los comunales y una carta abierta a los agricultores que han visto cómo AGO/VINCI redistribuye las tierras comunales, para notificarles que esta redistribución es nula y sin valor, porque dichas tierras son nuestras.
10. bis
Tras esta primera asamblea, podría sostenerse una por temporada. Los usos de un territorio se inscriben en ritmos de temporada: la cosecha, la caza, las siembras, la cría y la leña son tomados en estos ciclos. Plasmar en ritmo de la asamblea de los Comunales sobre el de las temporadas, discutiendo durante el invierno acerca de lo que sucederá en la primavera, permitiría anticipar los conflictos de usos antes de que se presenten, pero también elaborar estrategias de ocupación para oponerse a la redistribución de las tierras operada cada temporada por AGO/VINCI o el consejo general con la asignación de arrendamientos precarios, pero gratuitos, a los grandes agricultores. A lo largo de todo el año, entre cada asamblea de temporada podrían organizare grupos para reflexionar y actuar sobre aspectos específicos de la vida común: cuestión de residuos, leña, zanjas, caza, caminos, etc.
11.
Creemos en la necesidad política y estratégica de oponer a la legitimidad del derecho concebido por y para los responsables, la de una asamblea que reúna el movimiento en todos sus componentes, y que acorde un lugar central a los usos y a las maneras del habitar sobre la ZAD. En cambio, en ningún momento creemos que la simple creación de una asamblea más pueda resolver mágicamente los conflictos de uso sobre la zona. Elaborar lo relativo a lo común no significa, sin embargo, que se hagan desaparecer los conflictos.
11. bis
Comunar significa una voluntad de organizarse colectivamente y por tanto una disposición al compromiso, una capacidad de hacer concesiones mutuas, pero también una disposición a la autodefensa, una capacidad de asumir ciertos conflictos. Comuna significa también, por tanto, estar a la altura, cuando todas las formas de mediaciones quedan agotadas y no hay otra elección, de constituirse en fuerza para hacer que prime el bien común sobre el interés privado.
No perdamos de vista que los comunales son una estrategia para sustraer tierras al Estado y a la propiedad privada. Cualquiera que colabore con AGO/VINCI o decida acaparar un bien común impidiendo a otros continuar con su uso, ha de temer que la comunidad de lucha que se elabora desde hace años en este bosque, se vuelva en contra suya. Si no conseguimos constituir esta fuerza, el retorno al orden será siempre deseable para una parte significante de aquellas y aquellos con quienes compartimos este territorio.
12.
En la ZAD, los comunales ya están ahí, en potencia. Nos corresponde profundizarlos, reforzarlos, extenderlos y defenderlos. Nos corresponde volvérselos visibles a nuestros cómplices en otras partes para que cada tentativa de arrancar un fragmento de territorio a la empresa de la mercancía, de la metrópoli, del Estado, se contamine más allá de lo local. Nos corresponde volvérselos visibles al poder para que se vea obligado a tomar nota de nuestra secesión. Nos hacen falta palabras para pronunciar nuestras prácticas y volverlas compartibles, palabras para decir, actuar y llevar a cabo una causa común. Recuperación de tierras y abandono frente a los poderes instituidos son para nosotros dos líneas de un mismo frente.
13.
Así pues, para dar cuerpo a los comunales, una asamblea de temporada no será suficiente, de lo que se trata es de hacer comunidad. Si queremos conseguir que coexistan los diferentes usos del territorio, las diferentes relaciones con el mundo que se despliegan en este bosque, nos hace falta crear costumbres, ritos, solidaridades y hábitos comunes. Multiplicar los momentos de trabajo en común, densificar los intercambios y las solidaridades, los dones y contradones que forman el espesor de nuestros vínculos. Para esto hace falta construir otros espacios, experimentar otras herramientas, otras prácticas, otras formas que las asambleas, incluso si estas últimos son por lo demás indispensables. Nos hace falta profundizar los encuentros, las pasarelas entre los mundos, y las amistades improbables nacidas de esta lucha.
13. bis
Imaginemos:
— Proseguir y amplificar las acciones de siembras colectivas con los agricultores de la zona y la región.
— Pensar acciones colectivas para trazar nuevos taludes sobre ciertas tierras comunales, para marcar el territorio y redensificar el bosque más allá de las tierras que cultivamos. Estas acciones serían prologandas con sitios de plantación de setos.
— Organizas sitios de construcción colectivos regulares para mantener carreteras, caminos y zanjas, la recolección de residuos…
— Multiplicar las comidas comunes para encontrarse con el movimiento alrededor de grandes mesas, fuera de toda cuestión decisional.
— Establecer una serie de sitios de construcción colectivos, a la vez para significar que entramos a un porvenir sin aeropuerto, y para reforzar las infraestructuras de la autonomía, mejorar los modos de compartir que se les relacionan, y crear otros nuevos. Estas infraestructuras comunes podrían ser múltiples: tener un lugar cálido y confortable para mantener asambleas, un lugar de almacenamiento para facilitar la mutualización de lo que recuperamos de supermercados, un espacio de reciclaje para nuestros desechos, duchas públicas, o bien otras cosas todavía por imaginar juntos.
14.
Todos somos, ahora, ocupantes sin derechos ni título a los ojos del Estado sin importar si somos antiguos inquilinos, agricultores en lucha, o personas que han elegido venir a vivir aquí ilegalmente para impedir los trabajos y ocupar tierras. Corresponde a nosotros, profundizando las prácticas extralegales de hoy en día, crear una forma de propiedad colectiva basada en los usos comunes del territorio, por y para aquellos que habiten, defiendan o cultiven este bosque. Corresponde a nosotros hacer comunidad para devenir Comuna y así arrojarnos a una ruptura durable de este territorio en relación a los poderes instituidos, para poblar los años venideros con una tentativa que suscitaría otra cosa que el deseo de un retorno al orden.
“De la ZAD aux Communaux ? Quelques pistes à explorer pour aller plus loin…”, publicado aproximadamente en agosto de 2014.