Desde 2007, y a pesar de sus éxitos literarios, el comité invisible se ha cuidado siempre de aparecer públicamente o de responder a la menor entrevista. Sin embargo, esta puesta en retirada, con el pretexto de que ellos no serían unos «autores» sino una simple «instancia de enunciación estratégica para el movimiento revolucionario», les ha valido ser el blanco de una de las más sorprendentes investigaciones policiacas de estas últimas décadas. Algunos lo recordarán, Michèlle Alliot-Marie, Ministro del Interior, se ridiculizó patrocinando una improbable operación antiterrorista contra una Comuna de Corrèze. A pesar de numerosos años de investigación y la audición del director de su casa de edición, la élite de la policía francesa no consiguió arrestar a esos «escribanos» y tuvo que soltar a uno de sus más elocuentes lectores, Julien Coupat. Como numerosos colegas, lundimatin había enviado ya una solicitud de entrevista a la editorial La fabrique, en vano. Es pues nuestra más grande sorpresa que cuando consultábamos negligentemente la prensa alemana hayamos descubierto en la edición de Die Ziet del jueves 23 de abril de 2015 una entrevista al comité invisible. Fue, parece, con ocasión de la aparición en alemán de An Unsere Freunde (A nuestros amigos) que la sección Cultura del periódico consiguió transmitir sus preguntas. Desde la presentación, el periodista no oculta sus intenciones: poner al desnudo las «relaciones dudosas con la democracia y la violencia» del comité invisible. Die Zeit, institución germánica si las hay, confía aquí al comité invisible sus temores respecto a la posibilidad de una conmoción consecuente del estado del mundo.
¿Contra quién debe dirigirse la insurrección que viene? ¿Cómo definir a su adversario político en el contexto de la jungla posmoderna?
«Los señores se esmeran gratamente en hacer que el pobre se vuelva su enemigo. No quieren poner fin a la causa de las insurrecciones. ¿Cómo quieres que todo esto acabe bien?» (Thomas Müntzer).
¿Por qué están convencidos hasta este punto de que puede haber una alternativa al capitalismo tardío? ¿No somos todos, incluyéndolos a ustedes, igualmente beneficiarios del sistema? ¿Podemos combatir sus desventajas sin perder sus ventajas?
«Siempre existe algo, en el cuerpo social, en las clases, en los grupos, en los individuos mismos, que escapa de cierta manera de las relaciones de poder; algo que no es la materia prima más o menos dócil o reacia, sino que es el movimiento centrífugo, la energía inversa, la escapada. “La” plebe no existe, sin duda, pero existe “algo de” plebe. Existe algo de plebe en las cuerpos, y en las almas, existe en los individuos, en el proletariado, existe en la burguesía, pero con una extensión, unas formas, unas energías y unas irreductibilidades diversas. Esta parte de la plebe es menos el exterior con relación a las relaciones de poder, que su límite, su reverso, su contragolpe; es lo que responde a todo avance del poder con un movimiento para desprenderse de él» (Michel Foucault).
¿Qué es lo más importante, entre la revolución en el dominio político-económico y la revolución del mundo interior, es decir, la creación de una «nueva consciencia»?
«La coincidencia del cambio de las circunstancias y de la actividad humana o la transformación del hombre por él mismo sólo puede ser captada y comprendida racionalmente como praxis revolucionaria» (Karl Marx).
¿Sería pertinente volver a las economías nacionales y regionales, y a las monedas nacionales, a los espacios económicos regionales?
«La escala nacional que constituyó, durante mucho tiempo, la escala por excelencia de la acción política, tanto para el Estado como para los revolucionarios, se ha convertido en la escala de la impotencia. Impotencia que se torna contra sí misma en forma de una rabia nacionalista que en todas partes gana terreno. Ya no queda nada que hacer con el marco nacional, y no simplemente porque le va como anillo al dedo a todas las formas de reacción. No hay nada que esperar de él. Está muerto y enterrado. El Estado ya sólo es bueno para servir la bandeja de plata preparada por la Troika, esa Santa Trinidad formada por el Fondo Monetario Internacional, el Banco Central y la Comisión Europea. Para nosotros, lo nacional no existe más. Ya sólo existe lo local y lo mundial» (Destroika).
Por otra parte, ¿el retorno a formas de vida premodernas es una opción posible? O dicho de otra manera, ¿es necesario liquidar la modernidad digitalizada y la globalización?
«Creer en el progreso no quiere decir que haya tenido lugar ningún progreso. Eso, precisamente, no sería creer» (Franz Kafka).
¿Se inscriben en la tradición del anarquismo francés? ¿Quiénes son sus modelos?
«Hasta ahora, los propios anarquistas han insistido en seguir siendo esencialmente unos sistemáticos extremos, su anarquía es en el fondo un concepto estrechamente atado […]. Por lo demás, la anarquía de ningún modo es tan fría y clara como los anarquistas la conciben; cuando la anarquía llegue a ser un sueño sombrío y profundo, en lugar de ser un mundo accesible para el concepto, entonces su ethos y sus hábitos llegarán a ser de ese mismo tipo» (Gustav Landauer).
¿Qué piensan de esta reflexión de Dostoievski: «Ya sea religiosa o socialista, la salvación de todos los seres humanos no valdrá jamás las lágrimas de un solo niño»?
«Puesto que la historia, en cuanto cosa que puede ser construida, no es el bien, sino el horror, el pensamiento verdadero es primeramente negativo. El pensamiento de la emancipación no procede de una aspiración al ideal de una sociedad justa, sino de que se separa de una sociedad falsa» (Theodor Adorno).
¿Qué diferencia marcan entre la violencia de derecha y la violencia de izquierda? O, para decirlo con Walter Benjamin, ¿cómo diferencian la violencia pura de la violencia instrumental?
¿Por qué no marcan ninguna diferencia entre el poder legítimo democrático y la violencia estatal ilegítima?
«Mientras la policía permanezca siempre siendo igual, no puede finalmente desconocerse que su espíritu provoque menos estragos cuando en la monarquía absoluta representa a la violencia del soberano, en la cual se conjugan los plenos poderes legislativos y ejecutivos, que en unas democracias donde su presencia, que no erige ninguna relación de este género, da testimonio de la forma más degenerada de violencia que se pueda concebir» (Walter Benjamin).
Herbert Marcuse decía en sustancia: una revolución sólo se justifica cuando existe una situación revolucionaria, y si la mayoría de la población sufre. ¿Tenía razón?
«Andreas Lubitz era un hombre normal. Todos los que lo conocieron lo dicen, no hay ninguna duda en el asunto: sólo se es normal en la única medida en que se es reconocido como tal por la mayoría. No era musulmán, ni anarquista, ni un drogadicto, ¡ni siquiera un alcohólico! Era tan normal que padecía, como casi todos en Europa occidental, una “depresión”. Después de todo, ¿qué más normal que deprimirse cuando se vive en un país deprimente?» (Alessi dell’Umbria).
Según la fórmula de Marx, ustedes definen la «felicidad» como una «lucha». Es decir que siempre les hace falta un adversario para ser felices. Un Otro hostil se convierte en el sentido de su existencia. ¿Por qué?
«Hoy la gente es prudente y sabe todo lo que ha ocurrido: así no acaba nunca de burlarse. La gente continúa discutiendo, pero pronto se reconcilia; de lo contrario se estropearía el estómago. La gente tiene su pequeño placer para el día y su pequeño placer para la noche: pero honra la salud. “Nosotros hemos inventado la felicidad” — dicen los últimos hombres, y guiñen el ojo» (Friedrich Nietzsche).
Si ustedes definen la historia del mundo como «guerra» permanente, acaban transformando una descripción empírica en una aserción ontológica. La esencia de la historia es la guerra, y por tanto la guerra debe ser. ¿Por qué este corto circuito?
«Si la tecnicidad o la economía normativa, que es la marca de nuestra época, oculta el conflicto originario, incluso cuando éste queda desmulitiplicado, llevado a los extremos, entonces abrir un campo, para manifestar ese conflicto denegado, no es un programa tan oscuro como parece. Ése es el programa de la verdad» (Reiner Schürmann).
¿Por qué toman a priori la decisión normativa de vincular la intensidad existencial a la experiencia de la violencia y la ebriedad? ¿La paz no es acaso también intensidad?
«La clase obrera, en general bastante disciplinada, confiaba en sus dirigentes socialdemócratas y estaba satisfecha de que el ayuntamiento de Viena fuera ejemplarmente gestionado por ellos; pero ese día actuó sin sus dirigentes. Cuando los obreros prendieron fuego al Palacio de Justicia, el alcalde Seitz, con el brazo derecho en alto, quiso barrerles el camino subido en un coche de bomberos. Su gesto no tuvo ningún efecto: el Palacio de Justicia ardió. La policía recibió la orden de disparar y hubo noventa muertos. Cincuenta y tres años han transcurrido y aún siento en mis huesos la emoción de aquel día. Es lo más cercano a una revolución que he vivido jamás. Centenas de páginas no bastarían para describir todo lo que viví» (Elias Canetti sobre la jornada del 15 de julio de 1927).
¿Por qué no diferencian entre las insurrecciones en los países democráticos y aquellas en los países no democráticos?
«¿Qué es pues, se los ruego, un demócrata? Se trata de una palabra vaga, banal, sin acepción precisa, una palabra de caucho. ¿Qué opinión no conseguiría refugiarse bajo ese estandarte? Todo el mundo pretende ser demócrata» (Auguste Blanqui).
¿Por qué lo que viene sería mejor que lo que es?
«Es perfectamente imaginable que el esplendor de la vida aguarde a lado de cada ser y siempre en su plenitud, pero cubierto con un velo, enterrado en las profundidades, invisible, lejano. Sin embargo está ahí, no hostil, no malicioso, no sordo, que se lo invoca con la palabra correcta, con su nombre correcto, y viene. Es la esencia de la magia, que no crea, sino invoca» (Franz Kafka).
¿Qué deben esperar sus enemigos de ustedes? ¿Qué será de aquellos que no estén con ustedes, ni con el poder?
«El cielo y la tierra son de una belleza majestuosa, pero no hablan acerca de esto; las cuatro temporadas se suceden según una ley evidente, pero no discuten acerca de esto» (Chuang Tzu).
Incluso en la comunidad del futuro, la cuestión clave seguirá siendo la de saber quién decide. Ustedes han decidido prohibir toda forma de representación. ¿A quién representan ustedes mismos?
«Nuestro mandato de representantes del partido proletario, lo sostenemos por nosotros mismos, pero es refrendado por el odio exclusivo y general que nos han consagrado todas las fracciones del viejo mundo y todos los partidos» (Karl Marx).
¿Cuándo se termina el estado de excepción de la historia?
«El Mesías vendrá cuando ya no será necesario, vendrá sólo después de su venida, no vendrá el último día sino el ultimísimo» (Franz Kafka).