Texto publicado en ¿En qué punto estamos? La epidemia como política. De acuerdo con la información del libro, este texto fue escrito por Agamben el 20 de marzo de 2020 bajo una solicitud del Corriere della sera, pero fue rechazado por el mismo.
¿Qué significa vivir en la situación de emergencia en la que nos encontramos? Significa, por supuesto, quedarse en casa, pero también no dejarse llevar por el pánico que las autoridades y los medios de comunicación difunden por todos los medios y recordar que el otro hombre no sólo es un untador y un posible agente de contagio, sino sobre todo nuestro prójimo, a quien debemos amor y socorro. Significa, por supuesto, quedarse en casa, pero también permanecer lúcidos y preguntarse si la emergencia militarizada que se ha proclamado en el país no es también, entre otras cosas, una forma de descargar sobre los ciudadanos la gravísima responsabilidad en que los gobiernos han incurrido al desmantelar el sistema sanitario. Significa, por supuesto, quedarse en casa, pero también hacer oír nuestra voz y exigir que se devuelvan a los hospitales públicos los medios de los que se les privó y recordar a los jueces que haber destruido el sistema nacional de salud es un crimen infinitamente más grave que salir de casa sin el formulario de autocertificación.
Significa, finalmente, preguntarnos qué vamos a hacer, cómo vamos a volver a vivir cuando la emergencia haya pasado, porque el país necesita volver a vivir, independientemente de la opinión de los virólogos y los expertos improvisados. Pero una cosa es cierta: no podemos simplemente empezar a hacer todo de nuevo como antes, no podemos, como lo hemos hecho hasta ahora, pretender no ver la situación extrema a la que nos ha llevado la religión del dinero y la ceguera de los administradores. Si la experiencia por la que hemos pasado ha servido de algo, tendremos que aprender muchas cosas que hemos olvidado. En primer lugar, tendremos que mirar de forma diferente la tierra en la que vivimos y las ciudades en las que habitamos. Tendremos que preguntarnos si tiene sentido, como seguramente nos dirán que hagamos, empezar a comprar las mercancías inútiles que la publicidad buscará como lo hizo antes imponernos, y si no es quizá más útil poder satisfacer por nosotros al menos algunas necesidades básicas, en lugar de depender del supermercado para cualquier necesidad. Tendremos que preguntarnos si es correcto volver a subir a los aviones que nos llevan a lugares remotos para las vacaciones y si no es tal vez más urgente volver a aprender a habitar los lugares donde vivimos, a mirarlos con ojos más atentos. Porque hemos perdido la capacidad de habitar. Hemos aceptado que nuestras ciudades y nuestros pueblos se transformen en parques de atracciones para los turistas, y ahora que la epidemia ha hecho desaparecer a los turistas y las ciudades, que habían renunciado a cualquier otra forma de vida, se reducen a no-lugares espectrales, debemos entender que fue una elección equivocada, como casi todas las elecciones que la religión del dinero y la ceguera de los administradores nos han sugerido hacer.
En una palabra, tendremos que plantearnos seriamente la única pregunta que importa, que no es, como los falsos filósofos han estado repitiendo durante siglos, «de dónde venimos» o «a dónde vamos», sino simplemente «en qué punto estamos». Ésta es la pregunta que debemos tratar de responder, como podamos y dondequiera que estemos, pero en cualquier caso con nuestras vidas y no sólo con las palabras.