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Giorgio Agamben / Libertad e inseguridad

Texto de Giorgio Agamben publicado originalmente el 8 de diciembre de 2022 en su columna «Una voce», que publica regularmente en el sitio web de la editorial italiana Quodlibet.

 

John Barclay, en su profética novela Argenis (1621), definió en estos términos el paradigma de la seguridad que más tarde adoptarían progresivamente los gobiernos europeos: «O se da a los hombres su libertad o se les da la seguridad, por la que abandonarán la libertad». Libertad y seguridad son, pues, dos paradigmas de gobierno antitéticos, entre los que el Estado debe elegir cada vez. Si quiere prometer seguridad a sus súbditos, el soberano tendrá que sacrificar su libertad y, viceversa, si quiere la libertad tendrá que sacrificar su seguridad. Michel Foucault mostró, sin embargo, cómo debía entenderse la seguridad (la sureté publique), que los gobiernos fisiocráticos, a partir de Quesnay, fueron los primeros en asumir explícitamente entre sus tareas en la Francia del siglo XVIII.  No se trataba —entonces como ahora— de prevenir las catástrofes, que en la Europa de aquellos años eran esencialmente las hambrunas, sino de dejar que se produjeran para poder intervenir de inmediato y gobernarlas en la dirección más útil. Gobernar recobra aquí su significado etimológico, es decir, «cibernético»: un buen piloto (kibernes) no puede evitar las tormentas, pero, cuando se producen, debe ser capaz de gobernar su nave según sus intereses.  Lo esencial en esta perspectiva era difundir un sentimiento de seguridad entre los ciudadanos, mediante la convicción de que el gobierno velaba por su tranquilidad y su futuro.
Lo que estamos presenciando hoy es un despliegue extremo de este paradigma y, al mismo tiempo, su inversión puntual. La tarea primordial de los gobiernos parece haberse convertido en la difusión capital entre los ciudadanos de un sentimiento de inseguridad e incluso de pánico, que coincide con una compresión extrema de sus libertades, que precisamente en esa inseguridad encuentra su justificación. Los paradigmas antitéticos hoy ya no son la libertad y la seguridad; más bien, en términos de Barclay, habría que decir hoy: «da a los hombres la inseguridad y renunciarán a la libertad». Ya no es necesario, por tanto, que los gobiernos se muestren capaces de gobernar los problemas y las catástrofes: la inseguridad y la emergencia, que constituyen ahora el único fundamento de su legitimidad, no pueden en ningún caso eliminarse, sino —como estamos viendo hoy con la sustitución de la guerra contra el virus por la guerra entre Rusia y Ucrania— sólo articularse de maneras convergentes, pero diferentes cada vez. Un gobierno de este tipo es esencialmente anárquico, en el sentido de que no tiene un principio al que atenerse, salvo la emergencia que produce y mantiene.
Es probable, sin embargo, que la dialéctica cibernética entre la anarquía y la emergencia alcance un umbral, más allá del cual ningún piloto será capaz de dirigir la nave y los hombres, en el ya inevitable naufragio, tendrán que volver a interrogarse sobre la libertad que tan incautamente sacrificaron.

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