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Giorgio Agamben / Filosofía del contacto

Intervención de Giorgio Agamben publicada el 5 de enero de 2020 en su columna «Una voce» en el sitio web de la editorial italiana Quodlibet.

 

Dos cuerpos están en contacto cuando se tocan. ¿Pero qué significa tocarse? ¿Qué es un contacto? Giorgio Colli ha dado una aguda definición afirmando que dos puntos están en contacto cuando están separados sólo por un vacío de representación. El contacto no es un punto de contacto, que en sí mismo no puede existir, porque cualquier cantidad continua puede ser dividida. Se dice que dos entes están en contacto cuando no se puede insertar ningún medio entre ellos, es decir, cuando son inmediatos. Si entre dos cosas se establece una relación de representación (por ejemplo: sujeto-objeto; marido-mujer; amo-siervo; distancia-cercanía), no se dirá que están en contacto; pero si se pierde toda representación, si no hay nada entre ellas, entonces y sólo entonces se podrá decir que están en contacto. Esto también puede expresarse diciendo que el contacto es irrepresentable, que no es posible hacerse una representación de la relación que aquí está en cuestión — o, como escribe Colli, que «el contacto es, por lo tanto, la indicación de una nada representativa, de un intersticio metafísico».
El defecto de esta definición es que, en la medida en que debe recurrir a expresiones puramente negativas, como «nada» y «no representable», corre el riesgo de confundirse con la mística.  El propio Colli especifica que el contacto puede decirse que es inmediato sólo aproximadamente, que la representación nunca puede ser eliminada completamente. Contra todo riesgo de abstracción, entonces, será útil volver al punto de partida y preguntarse de nuevo qué significa «tocar» — interrogar, por lo tanto, ese sentido más humilde y terrenal que es el tacto.
Aristóteles reflexionó sobre la naturaleza particular del tacto, que lo diferencia de los otros sentidos. Para cada sentido hay un medio (metaxy), que desempeña una función decisiva: para la vista, el medio es lo diáfano, que, iluminado por el color, actúa sobre los ojos; para el oído es el aire, que, movido por un cuerpo sonoro, golpea la oreja. Lo que distingue el tacto de los otros sentidos es que percibimos lo tangible no «porque el medio ejerce una acción sobre nosotros, sino junto con (ama) el medio». Este medio, que no es externo a nosotros, sino que está en nosotros, es la carne (sarx). Pero esto significa que lo tocado no es sólo el objeto externo, sino también la carne que es movida o conmovida por él — que, en otras palabras, en el contacto nosotros tocamos nuestra propia sensibilidad, somos afectados por nuestra propia receptividad. Mientras que en la vista no podemos ver nuestros ojos y en el oído no podemos percibir nuestra facultad de oír, en el tacto tocamos nuestra propia capacidad de tocar y ser tocados. El contacto con otro cuerpo es, por lo tanto, a la vez y en primer lugar contacto con nosotros mismos. El tacto, que parece inferior a los otros sentidos, es, entonces, en cierto sentido el primero de ellos, porque en él se genera algo parecido a un sujeto, que en la vista y los otros sentidos está de alguna manera abstractamente presupuesto. Nosotros nos experimentamos a nosotros mismos por primera vez cuando, al tocar otro cuerpo, tocamos a la vez nuestra propia carne.
Si, como se intenta hacer perversamente hoy en día, se aboliera todo contacto, si se mantuviera todo y a todos a distancia, perderíamos entonces no sólo la experiencia de otros cuerpos, sino ante todo cualquier experiencia inmediata de nosotros mismos, perderíamos por lo tanto pura y simplemente nuestra carne.

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