Tarnac, 28 de noviembre de 2013
Queridos amigos,
Pronto se cumplirá un año y medio desde la última vez en que dimos noticias. Si todo prosigue su curso tranquilamente subversivo en la meseta de Millevaches, lo menos que se puede decir es que, a escala del país, el clima político y existencial tiende a volverse abominable. Lo que se oculta detrás de “la crisis” es un fenómeno tan total que desafía manifiestamente todas nuestras categorías. Una vez que se ha hablado de los “estragos del neoliberalismo”, del “agotamiento de los recursos”, de la “nada espiritual” o de la “implosión de lo social”, sentimos claramente que se olvida todavía lo esencial. Todo esto se asemeja bastante a una civilización que se conduce directamente hacia un muro a una velocidad vertiginosa, y que por todos los medios busca evitar el replantamiento de sus maneras de vivir y de pensar. En este imperceptible sálvese-quien-pueda, el primer reflejo consiste en aferrarse a todo aquello que pervive en el corazón del naufragio que es Europa, especialmente el Estado nacional. El retorno de las viejas lunas fascistoides expresa en primer lugar la ilusión de que este marco estaría en camino de su salvación en el momento en que él mismo se ha vuelto la propia escala de nuestra impotencia. El pequeño y miserable deseo de exterminación de los “extranjeros” que aumenta en el país da testimonio de tal autoencerramiento en el marco nacional, y de los instintos de canibalismo social que surgen de él desde que se anuncia la escasez. En pocas palabras: el buque insignia se inunda en todas partes, tiene fugas por doquier.
Tiene fugas por doquier. Esto es lo que, desde un punto de vista local, desde el punto de vista de la comuna, no tiene nada de desastroso. Por doquier, diversa gente busca y experimenta otras maneras de organizarse, de vivir, de vincularse los unos con los otros y con el territorio que habitan. Tiene fugas, pero lo que se fuga no lo hace como las ratas. Se da a la obra una búsqueda, que se encuentra a la medida del desastre general. Sólo que sería un error ver aquí simples “alternativas” al sistema económico dominante. La situación es bastante más pánica que esto, y, en un sentido, más política. En lugar de “alternativas”, lo que hay es más bien un combate. Un combate entre una organización social en reestructuración violenta en beneficio de la pequeña minoría necesaria para el pilotaje de la máquina económica mundial desde las metrópolis, y toda la vida que se agencia a la distancia y contra dicha organización. Lo que se constituye no son pues islotes, oasis, nichos existenciales en medio del desierto neoliberal, sino verdaderos mundos, una suerte de condensación territorial de fuerzas, ideas, medios y vidas que atraen todo lo que se fuga, todo lo que deserta, todo lo que hace secesión con el nihilismo dominante.
En los últimos años se ha dado un proceso tal de reagrupamiento que nosotros vemos cómo se acelera, a nuestra pequeña escala, en la meseta de Millevaches. Existe en ella, en esta tierra áspera, paso a paso, un afuera parcial al orden global que se construye. Un afuera que no concierne solamente a aquellos que viven en él, sino también a todos aquellos que podrían estar tentados, en uno u otro momento, a dejar atrás de sí mismos una forma de existencia que se ha vuelto demasiado tóxica para ellos. Hasta tal punto que comenzamos a imaginar aquí que si la política nacional tuviera que continuar siguiendo su pendiente nefasta, la meseta podría sin duda asumir, en cuanto tal, una suerte de ruptura con este orden carcomido. Por lo demás, tal cosa se ha visto ya por aquí en la historia reciente. Los maquis podrían sin duda, uno de estos días, volver a salir de los museos.
Pero regresemos al motivo de este correo. Pronto se cumplirán diez años desde que tomamos la granja del Goutailloux en Tarnac. Desde el primer día, soñamos con hacer de ella un enorme lugar colectivo abierto sobre la meseta y sobre el mundo. Un lugar donde podríamos reunir centenares de personas con motivo de seminarios, grandes comidas comunales, fiestas, la llegada de tropas de teatro o de grupos de música. Soñamos desde hace diez años con una gran sala de más de 300m2, de granito y madera en bruto, cuya atmósfera alcanzaría la reconciliación de lo maravilloso, lo experimental y lo popular. Una suerte de colisión arquitectural, con toda proporción guardada, entre el teatro del Globe de Shakespeare, el club de rock underground CBGB en Nueva York y un saloon. Un lugar que, por su ambiente, convocaría en él a todo aquello que no puede acoger una sala de fiestas anónima, embaldosada e iluminada con neón. Un lugar, pues, de encuentro, reunión, reencuentros y festejos. Hasta ahora, y esto no es del todo ajeno a cierta operación policial que se produjo el 11 de noviembre de 2008, nosotros no hemos tenido ni las fuerzas, ni el tiempo, ni los medios para arrancar esta obra considerable.
Ahora bien, en esta ocasión, hemos hecho los planes para hacerlo, y un equipo de una treintena de compañeros constructores alemanes tiene programado a partir de ahora venir a ayudarnos a realizar dichos trabajos el verano próximo, en agosto. Estos compañeros forman parte de un grupo mixto de ebanistas, carpinteros, canteros y albañiles que, acabada su formación, salen de viaje por tres años a lo largo de Europa. Cada año desde 1982, interrumpen su itinerancia y convergen por un mes con motivo de una obra en un lugar colectivo que han elegido sostener. Este año, eligieron el Goutailloux. Una obra de esta amplitud cuesta evidentemente mucho, y nos hacen falta todavía, hasta este momento, unos 70 000 euros para financiar la construcción de un edificio cuyo uso será gratuito y con una capacidad que desbordará ampliamente tan sólo a los habitantes de Tarnac. Para decírselos todo, raramente hemos necesitado tanto de ayuda financiera para un proyecto que apreciamos hasta tal punto con el corazón y desde hace mucho tiempo. En cuanto a aquellos que dispongan del saber-hacer y del tiempo que consagrar, entre marzo y julio de 2014, a trabajos de ebanistería, carpintería, electricidad o albañilería, son más que bienvenidos. Sólo tienen que unirse a nosotros, desde ahora. Cada semana estas obras preparatorias se concluirán con un fin de semana consagrado a la discusión política y/o a la elaboración teórica. Un modo de ser fiel a lo que nosotros entendemos por “comuna”: una cierta manera de no desvincular construcción material, pensamiento y gesto político.
Hasta pronto,