Término tomado de la filosofía del lenguaje ordinario (Austin y Searle), traspuesto y generalizado aquí fuera de la esfera lingüística para caracterizar su tipo radical de inmanencia y la actuación del Uno, por oposición a la eficacia del lenguaje y el Ser en un régimen filosófico o Logos.
En la esfera del lenguaje, un performativo se dice de ciertas enunciaciones donde el valor significante y el valor de la acción, el sentido y la operación, lo significado y lo práctico, se identifican supuestamente uno con otro: “hacen como dicen,” o mejor: hacen algo (sin contenerse de enunciarlo) mientras dicen esto mismo que hacen, o lo hacen por decirlo (Austin). Este concepto ha sido criticado por Ducrot (1980 y 1984) como ilusorio, derivado de “una confusión cometida por los lingüistas entre las palabras que estudian y las palabras de las que hacen uso, una confusión más bien prefigurada en el lenguaje mismo en la medida que sitúa una derivación ilocucionaria que conceptualiza las palabras ‘colocadas’ en la disposición del sujeto hablante”.
Si suponemos ahora, como las prácticas no-filosóficas autorizan, una identidad radical entre el decir y el hacer (haciendo (al) decir, diciendo (al) hacer), pero que no es ya ella misma del orden del hacer o del decir, la única instancia que se define por esta identidad sin falla o insuficiencia es el Uno, es decir lo Real en sí tal como es definido por una inmanencia pura o una auto-pertenencia del fenómeno. Lo Real es performativo porque es dado-sin-ser-dado al saberse dado, a falta de este saber que aún se opone a un objeto trascendente. El uso no-filosófico manifiesta de tal manera lo fenoménico o el núcleo real que se encuentra siempre en la fundación de este concepto a pesar de todo lo que es de algún modo divisible y efectivamente ilusorio en el uso del lenguaje que hace la filosofía. En particular, restaura su dimensión verbal y activa al inscribir la performatividad en la pasividad radical de lo Real: podríamos hablar de “pasividad performativa,” donde las “síntesis pasivas” de Husserl darían una primera indicación, aunque todavía trascendente.
Así pues, entendida como causa en-la-última-instancia-del-pensar, la performatividad radical se completa al desmantelar su pareja antinómica con la función “constativa” del lenguaje; introduce parte por partes su identidad-en-última-instancia, dentro de las parejas que “unilateraliza” fuera de lo Real. Prohíbe por cuenta propia el uso reflexivo y filosófico del lenguaje, que muestra que, en la no-filosofía, se requiere del lenguaje que calle acerca del fundamento mismo puesto que habla cara a cara con lo Real o de acuerdo a ello.
Si la performatividad designa la inmanencia de la fuerza de pensamiento1 que no surge de sí misma, es decir que surge en-última-instancia de lo Real solamente, radicaliza el criterio marxista de la práctica, que designaba precisamente una cierta inmanencia real en oposición a la trascendencia de la ideología, por supuesto, de la filosofía. Contra la práctica como escisión (Hegel), hemos de oponer la práctica como performatividad, eventualmente llamándola también “pasiva” (“práctica pasiva”; cf. “práxis” de acuerdo con M. Henry). La fuerza de pensamiento es identicamente pasiva (Descartes) y activa (Spinoza) en-última-instancia —ésta es otra posible lectura de la performatividad.
Por último, para alcanzar un mayor rigor y claridad axiomática, distinguimos entre lo Performado-sin-ejecución o lo ya-Performado (lo real-Uno mismo, no resultado de la acción sino inmanente al estado de cosas), de la Ejecución como actividad o labor de la fuerza de pensamiento en su material. Es performacional —inmanente por medio de su modo específico— sin ser Performado ello mismo.
1 Es posible traducir de este modo force (de la) pensée, en vista de que Laruelle quiere darle un uso similar a la expresión marxiana, force du travail (fuerza de trabajo).
Entrada del diccionario: Dictionnaire de la non-philosophie, Kimé, Paris, 1998.
Traducción: Ilya Semo Bechet