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Desde China: del imaginario viral al ethos epidemiológico

Un asiduo lector de Artillería Inmanente nos comparte esta traducción. El primer párrafo de este texto corresponde a una contextualización ofrecida por el sitio web de lundimatin a este texto sobre las incidencias duraderas de los dispositivos de control desplegados durante la cuarentena en China.

 

Las consecuencias del confinamiento

 

Desde el anuncio de la llegada de la COVID-19 al territorio francés, se ha especulado mucho sobre las medidas gubernamentales que cabe esperar. Sin embargo, están surgiendo dos tendencias importantes: por un lado, quienes ven la epidemia como una oportunidad para que el poder restrinja aún más las libertades públicas. Esta tendencia está plasmada en una columna del filósofo Giorgio Agamben en Il Manifesto y se basa principalmente en la información que nos llega de la gestión china de la epidemia. Por otro lado, se crítica la mala gestión de la situación sanitaria por parte del Estado, impulsada, por cierto, sólo por sus prioridades económicas. El gobierno subestimaría el problema y no pondría en práctica las medidas apropiadas (también sería directamente responsable de la incapacidad de los servicios de atención de la salud para hacer frente a la crisis). Esta tendencia presupone dos razones para esta subgestión: la falta de experiencia del poder establecido o, por el contrario, su cinismo ilimitado que lo empuja a elegir la negación en lugar de arriesgarse a una disminución de la productividad y la economía. Los estadios de fútbol son cerrados, pero no los aeropuertos, las oficinas o Disneylandia. Por el momento, parece que esta última variante domina las decisiones del gobierno de Macron, pero ¿por cuánto tiempo? También somos muy conscientes de que ciertas técnicas de poder, ciertas formas de ordenar a la plebe, no son exclusivas y pueden superponerse. Por eso este testimonio desde China nos parece extremadamente valioso. Si ése no es el rumbo que nuestro gobierno parece estar tomando en Francia, es una de las técnicas disponibles y demuestra ser espantosamente eficaz.

 

Un espectro se cierne sobre China

 

Hace unas semanas, escribí en mis cuadernos algunas ideas sobre las cuestiones de normalización de los comportamientos y la internalización del control y la vigilancia por parte de la población china, en particular a través de dispositivos como el «crédito social»1 y la «ciudades civilizadas»,2 que tienen como objetivo transformar de manera profunda y duradera el comportamiento de los ciudadanos. En ese momento, estaba lejos de imaginar el giro que tomarían los acontecimientos. Porque a la luz de esta epidemia y de la lucha contra su propagación, si miramos de cerca, podemos detectar, a través de los dispositivos y las numerosas medidas implementadas, un paso adicional en el proceso de aclimatación de la población al control total y la vigilancia generalizada. En efecto, el miedo viral, que es sumamente más eficaz y aterrador que el creado por la amenaza terrorista, permite legitimar un grado de coerción nunca antes visto. Ya no es un «simple» control autoritario teñido de vigilancia masiva, censura y control sobre los canales de información. Ahora es una verdadera limitación física y material: el arresto domiciliario de una gran parte de la población china.3 En las ciudades, aparecen verdaderos «puntos de control» en la entrada de la mayoría de los distritos, y muchos edificios están literalmente cercados por distintos medios para controlar e impedir el acceso a las habitaciones. Pero si la acción política y el manejo de la crisis son obviamente criticados y cuestionados, el confinamiento no lo es. El confinamiento se consiente en la medida en que, ante el temor al virus, la mayoría de la población parece estar dispuesta a cumplir, sacrificando su libertad de movimiento sin pestañear.

 

Desde hace mes y medio, la ciudad en la que vivo en China parece haberse congelado en una atmósfera mortal donde los pocos transeúntes que se aventuran a salir se miran de forma extraña. Bajo sus máscaras, uno casi podría adivinar su asombro al encontrarse con un ser humano. Acostumbrado desde mi llegada al frenesí y a la densidad del espacio público, descubro ahora la calma, el vacío, la soledad, la espera y la repetición, que se han convertido en los únicos componentes de mis días. Nunca hasta ahora mis interacciones sociales se han reducido hasta este punto a mi teléfono. En este momento en particular, es sólo a través de él que puedo comunicarme. Tengo la impresión de que el lazo social ha perdido su dimensión física y orgánica, porque la gente está enclaustrada en sus casas, confinada en sus casas, pero también porque una vez afuera, se hace todo lo posible para minimizar las interacciones humanas. En la entrada de cada edificio público, en la entrada de cada tienda, en la entrada de cada autobús, los agentes controlan la temperatura y evitan que los individuos con fiebre entren en el espacio en cuestión. A veces tengo la impresión de que estoy experimentando una especie de esquizofrenia ambiental: aunque cada día soy testigo de un fortalecimiento de las medidas de control y prevención,4 la información y las estadísticas oficiales son, por el contrario, positivas y alentadoras, anunciando el principio del fin. ¿En qué puedo confiar? ¿Palabras públicas o acciones políticas? Si la voz del gobierno pretende ser tranquilizadora, su mano confirma y refuerza mi preocupación.

 

Un espectro se cierne sobre China. No es el espectro del capitalismo. No es el espectro del terrorismo. Es un espectro viral.
En respuesta a la epidemia que se está extendiendo a Italia, Giorgio Agamben habla de una «necesidad real de estados de pánico colectivo».5 Es cierto que el clima de miedo que se ha grabado profundamente en la mente de las personas a través de la instrumentalización política y mediática del terrorismo, predispone a los individuos a una mayor recepción y sensibilidad ante cualquier riesgo. Sin embargo, el terrorismo como instrumento de miedo tiene sus límites: su frecuencia es demasiado «aleatoria» y sus víctimas potenciales «no son lo suficientemente numerosas». Esto no es suficiente para causar una preocupación real y permanente a toda una población. La amenaza viral, que es más probable que nos afecte a todos y cada uno de nosotros, produce las condiciones para una generalización del miedo. Con un gran despliegue mediático, la instrumentalización política de una situación epidémica parece mucho más eficaz para producir un pánico mundial y una tetania general.

 

Del uso securitario del estado de excepción

 

Hace ya cuarenta y dos días que me han pedido que me abstenga de salir de mi casa. Se ha hecho todo lo posible para disuadirme de hacerlo: los engorros y frecuentes controles, los registros interminables para poder incluso salir de mi casa o acceder a las pocas tiendas abiertas. Además, tuve que someterme a un número asombroso de interrogatorios sobre mi estado de salud y mi historial de viajes de los dos meses anteriores. Fui interrogado por mis empleadores, el comité de vigilancia de mi residencia y la policía, que querían saber incluso los números de los trenes que había tomado durante mis últimos viajes.
La ciudad lanzó recientemente una aplicación destinada a «facilitar y agilizar el registro y el acceso a los espacios públicos». Entiéndase: «sistematizar y generalizar el registro y el control de movimiento». El objetivo es registrar el más mínimo movimiento de forma sistemática e informatizada. No importa si se trata de salir de casa, acceder a un autobús, un parque, un supermercado, un museo o una administración pública, todo debe ser y será registrado, digitalizado, indexado, para que pueda ser procesado y analizado y, si es necesario, se puedan tomar medidas en consecuencia, en relación con los historiales de los movimientos y la frecuentación de los espacios públicos. En otras palabras, dentro del Muro, nada debe poder escapar del Ojo, nada debe estar exento de registro y cuantificación, control, vigilancia y reificación. O cómo, al amparo de un estado de emergencia epidémica, establecer un sistema para el control total sobre las acciones, movimientos y frecuentación de cada individuo. Todo será rastreado y registrado centralmente. Dispositivos de control de movimientos o de censura en Internet, básicamente estos fenómenos convergen hacia objetivos comunes y resultan de la misma lógica. A través de esta aplicación, un nuevo dispositivo digital toma forma, que participa de la realización panóptica de una vigilancia y monitorización paroxísticas de masas.

 

Del control social y económico, pasamos ahora a una forma de control total. Pero todo va más allá de eso. Uno podría pensar que esto es más bien una especie de gran ensayo, una demostración. Pero también una prueba, como si el gobierno chino aprovechara la situación actual en su beneficio y la aprovechara para poner a prueba la docilidad —algunos dirían disciplina— de su población, poniendo a prueba su capacidad de cumplir con medidas coercitivas y de contención, todo ello, si es posible, con la confianza en los altos niveles del gobierno y la delegación de su destino a esta élite central. Este episodio de confinamiento en el marco de la lucha contra la epidemia serviría entonces como un caso de prueba encubierto para la aplicación de nuevos procedimientos de control de los gobernados.
Por supuesto que hay ovejas negras, protestas, oposiciones. Mientras que el gobierno trata por todos los medios de «mantener la fachada» controlando la información y la opinión pública, muchos denunciantes y «periodistas ciudadanos» tratan de informar a la población de la situación real. Pero las personas que informan o gritan sus desacuerdos desaparecen. No es propicio para la estabilidad nacional perturbar la paz de la opinión pública: es mejor despertar el fervor patriótico que despertar la conciencia crítica. Así, como en los últimos meses con los manifestantes de Hong Kong, el gobierno reprime y encierra. Li Wenliang, un oftalmólogo que ya en diciembre advirtió de la inminencia de la epidemia, primero fue «convocado por la ley» y obligado a confesar sus observaciones supuestamente «difamatorias» (una especie de intimidación y una orden de guardar silencio y no hacer una protesta pública), antes de sucumbir finalmente al virus hace unas semanas. Luego la repentina desaparición del periodista Chen Qiushi. Abogado de profesión, había ido a Wuhan justo antes de la cuarentena para informar sobre la situación en el lugar por medio de videos publicados en línea, al igual que Fang Bing, un ciudadano wuhanés que se había improvisado como periodista para informar sobre la situación real en la ciudad. También publicó videos crudos en línea en los que describía lo que vio de primera mano de la vida cotidiana en Wuhan, incluyendo visitas a hospitales. Las autoridades pronto fueron a su casa para arrestarlo y poner fin a su actividad. Pronto se produjeron otros arrestos, incluido el de Xu Zhiyong, un activista de derechos humanos conocido por el gobierno y que ya había sido encarcelado en el pasado. Acababa de publicar una carta abierta a Xi Jinping, en la que pedía públicamente su renuncia.6 En pocos días también se ordenó el arresto domiciliario arbitrario de Xu Zhangrun, un gran intelectual y profesor de la prestigiosa Universidad Tsinghua de Beijing, ya que también había escrito una carta incendiaria al gobierno.7 Una vez más, son figuras públicas de la oposición las que están siendo amordazadas. El objetivo final es hacer que todas las críticas sean inexistentes. Hay aquí un regusto de Orwell: si se impide la expresión de la oposición y la crítica, éstas empezarán por no existir ya pública y colectivamente, para finalmente no ser ya concebidas individualmente. En resumen, es la culminación de una empresa de control totalitario sobre las conciencias y los imaginarios.
Sin embargo, esta censura no sólo opera en la esfera pública: en China, lo que Xu Zhangrun denomina una forma de «Big Data totalitarianism» y «WeChat terrorism»8 también resulta en la desaparición de cualquier frontera entre las esferas pública y privada de cara a la sujeción a la vigilancia. La censura no sólo afecta a las publicaciones públicas en las redes sociales:9 la vigilancia y la censura penetran las conversaciones privadas en los mensajes de WeChat.10 Este último cumple con los requisitos del gobierno en cuanto a contenido «aceptable». Muchas combinaciones de palabras clave están literalmente «prohibidas», en el sentido de que es simplemente imposible transmitirlas a los contactos. Los algoritmos de mensajería analizan el contenido semántico de las imágenes y los textos enviados por el remitente y eliminan el contenido «no deseado» antes de que el destinatario los reciba, por lo que hace imposible el intercambio de comentarios privados sobre temas «sensibles», como la actual situación epidémica, el difunto Dr. Li Wenliang o la situación en el Tíbet o Sinkiang.
Además, esta censura automática no es el único medio para controlar la información en las redes sociales chinas. Se han producido numerosos casos de eliminación de grupos de discusión específicos, como el de los grupos públicos de ciudadanos en Jining tras el descubrimiento de un brote epidémico de doscientos casos confirmados en la prisión de la ciudad. En este contexto, el gobierno local, preocupado por el hecho de que sus ciudadanos no pudieran intercambiar información sobre el tema, prefirió cerrar los grupos públicos para evitar cualquier intercambio de información.
Una situación de crisis epidémica como ésta representa una verdadera bendición para los gobiernos, sean cuales sean. Constituye una oportunidad ideal para que aprovechen un contexto favorable al establecimiento de dispositivos de excepción.11 En China, se está probando a gran escala una nueva organización política, económica y social de confinamiento, en la que las interacciones físicas se han vuelto casi inexistentes y donde la mayor parte de la existencia tiene lugar dentro de las cuatro paredes de nuestros apartamentos. Pero, sobre todo, donde las autoridades públicas encuentran una supuesta justificación —no que necesariamente la necesiten, por cierto— para el arresto y el encarcelamiento de disidentes. Sin embargo, China está lejos de tener el monopolio de la atracción de las medidas liberticidas. En primer lugar, con la Ley Patriota, Estados Unidos inició esta tendencia posterior al 11 de septiembre de 2001 de transformación del Estado de derecho en Estado de seguridad.12 Además, ¿quién en Francia ha olvidado las desastrosas consecuencias para las libertades individuales y colectivas de los atentados de 2015?13 El estado de excepción epidémica causado por la COVID-19 refleja una tendencia mundial que ya está en marcha: el establecimiento de un estado de emergencia permanente en el que la excepción se convierte en la norma; el miedo en la vida cotidiana; la libertad en un vago recuerdo.

 

Del imaginario viral al ethos epidémico

 

El confinamiento impuesto por este estado de excepción epidémica da lugar a numerosos cambios sociales y económicos, modificando tanto las normas de conducta como las representaciones. Se está forjando un verdadero ethos de cuarentena y se está arraigando pacientemente en las mentes de las personas a medida que el confinamiento continúa. Ciertos comportamientos están surgiendo y se afianzan gradualmente en la sociedad china, penetrando poco a poco en las costumbres individuales y colectivas. Otros, ya en marcha, están fortaleciendo y consolidando su dominio sobre los cuerpos y los cerebros. De manera general, todos ellos están inscritos y anclados de una manera mucho más profunda y duradera.
Este nuevo ethos epidémico altera las representaciones, modifica los comportamientos, impone una planificación total de la vida, orquestada por un complejo político e industrial leviatánico que cuenta con la total confianza en su Brazo armado, con las inversiones en su Ojo tecnológico y con su control de la Lengua mediática para asegurar lo que aquí se designa con la expresión de «mantenimiento de la estabilidad».14 La única estabilidad que se busca es, de hecho, la del Partido, y el único mantenimiento es el de su actual líder durante el tiempo que sea necesario, es decir, indefinidamente. De hecho, sin un proyecto social real no hay un objetivo definido. El paradigma expansionista que apunta a la hegemonía mundial está inventando nuevas fronteras para ser rechazadas a medida que absorbe las antiguas. Para asegurar su durabilidad y estabilidad en el cumplimiento de tales inclinaciones, es obviamente importante sofocar cualquier deseo de revuelta, pero más que eso, se trata de eliminar definitivamente cualquier deseo de cambio y aniquilar cualquier otro imaginario. Esta reducción de posibilidades se logra concretamente imponiendo un marco único de vida del que nadie puede escapar para erigirlo como el único horizonte concebible, el único horizonte envidiable, el único horizonte imaginable.
Quien controla los imaginarios también controla los cuerpos.
El imaginario viral, con todas sus predisposiciones al miedo, está imponiendo así un ethos epidémico que está reformando profundamente lo que solíamos llamar, hasta hace poco, vida.
Es importante nombrar estas mutaciones y designarlas de manera que no nos encontremos pronto frente a lo que sucesivamente aparecerá como una evidencia internalizada de larga data sin poder recordar lo que nos ha costado su aparición. Se trata de no ser ciegos a la transformación actual de las condiciones de existencia y de la vida cotidiana de un ser humano en este país. Clima de miedo generalizado, higiene desenfrenada, control total normalizado. Todo esto ya estaba en estado de gestación desde hace algún tiempo. Todos estos componentes son finalmente sólo impulsados más allá en su control totalitario. Si estas transformaciones pueden parecer radicales, no son más que la culminación del proyecto coercitivo inherente —nombrémoslo finalmente— al capitalismo neoliberal y a su declinación «socialista-comunista» por parte del PCCh, así como a todas las formas abstractas y concretas a través de las cuales se realiza esta organización económica, social, tecnológica, política y productiva entre las diferentes sociedades que absorbe.

 

Desde hace cuarenta y dos días, mis salidas fuera de mi casa han sido particularmente limitadas. De todos modos, todo está cerrado y, además, tengo que cumplir con el teletrabajo. A través del cual se rompe definitivamente la frontera entre la esfera privada y la esfera productiva. El trabajo ha invadido todo el tiempo disponible. En China, existe lo que se conoce como «996»: trabajar desde las nueve de la mañana hasta las nueve de la noche, seis días a la semana. Desde el paso al teletrabajo, es como si el «996» hubiera dejado el camino libre al «007». Tanto es así que algunas compañías están anunciando que quieren perpetuar este sistema de teletrabajo una vez que la epidemia haya terminado. Una bendición para los empleadores que finalmente se las arreglan para ocupar el tiempo total de los empleados. De hecho, dado que se están suprimiendo los horarios de oficina y que, de hecho, los empleados están ahora permanentemente en su «lugar de trabajo», parece evidente que deben estar plena y completamente disponibles para su trabajo, a cualquier hora del día o de la noche. Así, la ya delgada línea entre la esfera productiva y la esfera privada se está rompiendo finalmente, con el jefe teniendo ahora un control total sobre la vida y el tiempo de trabajo de sus empleados.

 

Todavía hay otras pistas que se deben esbozar. Un aspecto esencial de esta nueva organización socioeconómica en gestación se materializa en el refuerzo de la dependencia de las gigantes empresas digitales y el comercio en línea. De hecho, Tencent y Alibaba, gigantes del consumo digital y masivo a través de Internet, son los grandes beneficiarios de la situación actual. Sería muy lucrativo para ellos si esta situación se convirtiera en un modo de existencia permanente. De esta manera, se convertirían en los únicos proveedores de bienes de consumo a través de sus aplicaciones, y la entrega a domicilio, un fenómeno ya normalizado y común en China, se convertiría en el único medio de acceso a los bienes de consumo. Finalmente, ante el temor, el riesgo y las limitaciones del contacto y las reuniones con otros, se destruiría cualquier posibilidad de reunirse para un debate político colectivo. Para terminar, ante la imposibilidad de acceso y disfrute del ocio y entretenimiento tradicionales, el consumo en el hogar eventualmente se convertiría en la única posibilidad de distracción, ya que cualquier actividad al aire libre quedaría reducida a la nada. Todo esto parece ser una visión siniestra de un futuro distópico que se habría anunciado prematuramente en nuestro presente. Un futuro lleno de los placeres artificiales del consumo pero con una atmósfera insalubre que sería irrespirable y las interacciones humanas paralizadas por el riesgo viral. Un logro colectivo e individual en el consumo, donde desempeñaría un papel tanto catártico como paliativo, permitiéndonos olvidar la degradación real e irreversible de nuestro mundo al abandonarnos al encanto artificial de un falso universo fabricado desde cero para entretenernos, y orientado sobre todo a la mercantilización de la existencia.
«Quiero decir que quienes politizan el virus son tan peligrosos como quienes lo ignoran». Esta frase extraída de las redes sociales chinas resume bien la situación.

 

Ante nuestros ojos

 

Hay algo fundamentalmente peligroso en esta epidemia.
El gobierno está introduciendo nuevas normas de control y una vigilancia cada vez más amplia, estricta y coercitiva.
Esto abarca desde la actividad en línea hasta los viajes físicos.
Se trata de cuerpo y mente, acciones y pensamientos.
Ya nada puede escapar del Muro.
Es como si rodeara a cada individuo.
Como un muro invisible que no puede ser visto,
pero con el que nos topamos constantemente,
sin poder nunca cruzarlo.
Y estas normas tienden,
discretamente
gentilmente
pero seguramente
a ser generalizadas
en todo el planeta.
Normalización de la vigilancia,
Habituación a la obediencia,
Estandarización de nuestras condiciones de vida.
Así Gustave Le Bon se encuentra con Michel Foucault:
los poderosos siempre aplicarán Las leyes de la imitación
cuando se trata de Vigilar y castigar a las poblaciones.
Aquí ante nuestros ojos está la próxima hegemonía global que está tomando forma gradualmente.
Aquí ante nuestros ojos está el nuevo orden mundial, tecnológico, social y político.
Aquí ante nuestros ojos están los restos de nuestras libertades pasadas,
Aquí ante nuestros ojos están las migajas de nuestras esperanzas destrozadas,
Aquí ante nuestros ojos está el rastro de la batalla que hay que librar.

 

Leon Alicem

 


1 René Raphaël y Ling Xi, «Bons et mauvais Chinois», en Le Monde Diplomatique, enero de 2019.
2 Léo Kloeckner, «L’image de propagande en Chine, outil du contrôle social : le cas de Pékin», en Géoconfluences, 2016, publicado en línea el 14 de febrero de 2016.
3 Raymond Zhong y Paul Mozur, «To tame coronavirus, Mao-style social control blankets China», en The New-York Times, 16 de febrero de 2020.
4 Desde el comienzo de la epidemia, se han reforzado continuamente los sistemas de control y las medidas sanitarias: cuarentena, confinamiento, «puntos de control» en las entradas de los barrios y residencias, controles de temperatura, registros computarizados de los pacientes, codificación por colores, aplicación del «Detector de contacto cercano» para determinar si uno pudo haber estado en contacto con pacientes, registros sistemáticos para el acceso a espacios públicos, uso de máscara obligatoria en el exterior, pasaporte requerido para el acceso al transporte público, numerosos formularios e interrogatorios sobre el historiar de viajes, escuelas, colegios, institutos y universidades cerradas, paro laboral para muchas empresas, desinfección de calles y edificios, calles enteramente cerradas, overoles completos para los empleados de los supermercados, implementación de un sistema de «entrega sin contacto», prohibición de entrada para extranjeros a un edificio o residencia, aplicación de restricciones de salida (existen diferentes sistemas dependiendo de la residencia: salidas alternativas, límites diarios por individuo o familia, pases, etc.).
5 Giorgio Agamben, «Lo stato d’eccezione provocato da un’emergenza immotivata», en Il Manifesto, 26 de febrero de 2020.
6 Xu Zhiyong, «Dear Chairman Xi, It’s Time for You to Go», 26 de febrero de 2020.
7 Xu Zhangrun, «Viral Alarm : When Fury Overcomes Fear», 10 de febrero de 2020.
8 Idem.
9 Jeffrey Knockel, Lotus Ruan, Masashi Crete-Nishihata y Ron Deibert, «(Can’t) Picture This An Analysis of Image Filtering on WeChat Moments», en The Citizen Lab, 14 de agosto de 2018.
10 Lotus Ruan, Jeffrey Knockel, Masashi Crete-Nishihata, «Censored Contagion How Information on the Coronavirus is Managed on Chinese Social Media», en The Citizen Lab, 03 de marzo de 2020.
11 En Rusia, por ejemplo, el municipio de Moscú ha decidido utilizar el reconocimiento facial para vigilar los casos confirmados y sospechosos y asegurarse de que cumplen con el confinamiento impuesto. En Francia, el Secretario de Estado de Tecnología Digital, Cédric O, aprovechó la situación para elogiar una vez más los méritos de esta tecnología e impulsar el lanzamiento de procedimientos experimentales.
12 Colombe Camus, «La lutte contre le terrorisme dans les démocraties occidentales : État de droit et exceptionnalisme», en Revue internationale et stratégique, vol. 66, núm. 2, 2007, pp. 9-24.
13 Estado de emergencia; Ley de Inteligencia del 26 de mayo de 2015; prohibiciones de asambleas y manifestaciones; controles fronterizos reforzados; Archivo TES.
14 Xu Zhiyong, «Dear Chairman Xi, It’s Time for You to Go», 26 de febrero de 2020.

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